Fue una tarde de contrastes la tradicional corrida goyesca del 2 de mayo en Madrid. Hubo buen toreo, pasajes de aburrimiento y otros de épica por el valor y verdad de los toreros, lo que les costó acabar en la enfermería a Gonzalo Caballero y a Javier Cortés, no sin antes terminar con sus astados. Sin duda, una corrida para no olvidar.
Hoy llegaba a la plaza con la ilusión de ver a dos toreros, porque a día de hoy, son de los que más me gustan y más tras la rajada de uno en la gala de San Isidro y tras llevarse el premio al triunfador de los desafíos el otro. Estos son Gonzalo Caballero y Javier Cortés, precisamente, los dos heridos.
Su concepto es clásico, y se basa en la verdad y la pureza. También es de corte clásico el de Iván Vicente, pero quizás, no tan ceñido. El caso es que la tarde se le puso rápido de cara a este último, con un toro con mucha movilidad en la muleta de El Tajo, que permitió extraer una buena serie a Iván Vicente con la mano derecha y otra muy buena con la izquierda rematada de forma torera con un trincherazo y el del desdén, pero volvió a la mano derecha y la faena bajó de temperatura. Mató al toro y el presidente aguantó bien la petición, que hizo que Iván diese la vuelta al ruedo.
A partir de ahí, la tarde entró en un tramo soporífero. Un melocotón sin fuerzas, tan solo permitió a Javier Cortés mostrar su buen concepto, y en el tercero, Gonzalo Caballero no salió a morder como siempre acostumbra, quizás decepcionado por la falta de fuerzas de su oponente.
El cuarto capítulo de la tarde, además de intrascendente, fue larguísimo e Iván Vicente escuchó el aviso antes de entrar a matar por pasarse de faena. Lo único reseñable, la pelea en varas del manso pero encastado toro.
Sin embargo, la tarde, que parecía mala, cambió gracias a la excelente labor en el tercio de banderillas de la cuadrilla de Javier Cortés, que puso la plaza en pie, y aprovechando esa inercia positiva, Javier inició la faena de forma explosiva pero torerísima, citando al natural mirando al tendido y desde el centro de la plaza. Imposible llevarse el muletazo más atrás, todo rematado detrás de la cadera y otra faena, igual que en su primero, que destacó con la mano izquierda, aunque con la derecha y en redondo también extrajo buenas series, hasta que el toro lo prendió. Continuó la faena pisando el mismo terreno, siempre cruzándose al pitón contrario a pesar de que estaba muy mermado. Por ello, acortó la faena y se fue a por la espada. Buscó matar recibiendo, y de haberle salido bien, le podría haber valido la puerta grande, pero dejó solo media estocada, delantera y atravesada, y una vez más, el presidente aguantó el chaparrón y solo concedió una oreja. Muy bien por él, así se mantiene el rigor de Las Ventas, mientras que el público se dejó llevar por el susto y la sangre para pedir una Puerta Grande que no era. Mejor cortar una oreja de peso como esta que dos inmerecidas, que ya tendrá tiempo este torero de abrir la Puerta Grande si sigue toreando así.
Puedo decir, que Javier Cortés (tanto hoy como en el desafío) es el torero que más me ha sorprendido en estos tres años que llevo abonado, ya que antes nunca le había visto torear.
Caballero resultó herido cuando toreaba de capa al sexto, pero tras pasar a la enfermería, salió con un torniquete al ruedo, en un gesto de gran valor, pero en mi opinión, innecesario. Es cierto, que de esta tarde dependía gran parte de su futuro, pero no estaba para torear así. Quizás también Javier se podría haber ido, pero aguantó. Pero el caso de Gonzalo es distinto, porque ya estaba en la enfermería y le quedaba aún toda la faena por delante. Una locura más de este torero, que tampoco dejará indiferente a nadie. Me encanta como torea y como se la juega, pero si está herido, personalmente, prefiero que se vaya al quirófano, porque el riesgo aumenta aún más.
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