En una feria, que salvo excepciones (como ayer por ejemplo), ni estaban funcionando los toros ni los toreros, hoy cumplieron con creces estos últimos, dando una grandísima tarde, para lo que también ayudó el primer elemento, los toros de Núñez del Cuvillo. Fue una corrida blanda y descastada (a excepción del encastado sexto, que se llamaba igual al que desorejó las pasadas Fallas Roca Rey). Sin embargo, se dejaron y, ahí está la diferencia entre una figura y un torero del montón. Las figuras hacen con el medio toro una faena y hoy se cortaron hasta tres orejas (el máximo hasta ahora era una), que pudieron ser cuatro de no pinchar Talavante al sexto.
Fue una enorme tarde del extremeño de Badajoz, que al igual que le pasó ayer a Ureña, pinchó la Puerta Grande.
A su primer toro solo le vio Alejandro, y su principio de faena fue precioso, por abajo, con un pase mirando al 7 y un cambio de mano de nota. La faena fue pura, y cortó una oreja de mucho peso.
El «cierraplaza» derribó al caballo propinándole una cornada.
Ya en la muleta, el toro se fue viniendo a menos, no antes de le que diese Talavante una primera serie desmayado por el pitón derecho rematada artísticamente. Mejor aún fue el remate a su siguiente gran serie, con un cambio de mano convertido en un natural infinito tragando mucho, marca Talavante, como aquel que dio hace ya más de una década en Sevilla.
Por el pitón izquierdo el toro bajó su nivel, pero Alejandro Talavante consiguió sacarle algún natural precioso. La faena pintaba de dos orejas, pero se apagó el toro y el diestro tuvo que acortar las distancias, disminuyendo la emoción y haciendo que el premio fuese otro apéndice de muchísimo peso de haber matado… pero no tiene la espada de Manzanares y perdió la Puerta Grande.
José Mari no estuvo bien con su primero, pero en su segundo firmó un ceñido saludo capotero, y una estética faena (algo fuera de sitio) por el pitón derecho. Estocada fulminante y oreja en la mano con algunas protestas. Para mí, de oreja, pero justita, es cierto, de mucho menos peso que la de Talavante e, incluso, de algo menos que la de Antonio Ferrera.
Ferrera se encargó de abrir plaza con un toro manso y muy justo de fuerzas, con el que se inventó una bonita y torera faena. Como las faenas se miden en función del toro que se tiene delante, la oreja es justa. Su segundo fue un inválido que no le dio opción ninguna de cortar su segunda oreja para abrir la Puerta Grande y, además, se pasó de faena.
3 orejas hoy que pudieron haber sido cuatro si la espada de Talavante hubiese entrado. Difícil que se repita en la feria.
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