Mansa, sin fuerza, sin casta y sin recorrido. Ningún toro que tuviese algo que recordase al ya mítico Hebrea. Con tan poco material nada pudo hacer un Padilla que (probablemente) se despedía de Madrid, por lo que el público le dió una fortísima ovación al terminar el paseíllo.
Menos suerte tuvo aún Roca Rey, que le tocó el peor lote de la tarde. Estuvo voluntarioso, pero su tarde se limitó a unos cambiados por la espalda y una bonita arrucina en el tercero (nada de toreo fundamental), un estatuario ceñidísimo en el inicio de faena del sexto y más voluntad que belleza con el capote. Habrá que verle el miércoles, porque hoy no tuvo toros.
Castella fue el único espada que tocó pelo, pero fue una oreja de escaso valor. La faena se desarrolló entre un sector del público que se ponía en pie a la mínima y otro que le tocaba las palmas de tango. La faena no era ni para una cosa, ni para la otra. Hubo dos series ligadas con la derecha tras su clásico inicio con cambiados por la espalda, pero luego, se pegó un arrimón triunfalista. Es verdad que estuvo bien para el toro que tenía, por lo que no le protesté la oreja (aunque tampoco se la pedí).
Queremos ver toros de verdad y queremos ver torear (que tan bien se vio el martes y el miércoles). Hoy fue la tarde de expectación, tarde de decepción, que al menos, aparece una vez en cada isidrada.
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