Llegaba desde Lora del Río un envío de la legendaria ganadería de Miura, pero que atraviesa un momento malo en su historia.
La corrida, justa de presentación pero en el tipo de la ganadería, resultó interesante por las complicaciones que tienen los toros con casta. Tras varios días de toros sin interés, hoy poca gente se aburrió (o al menos, yo, no).
Es cierto que no dieron opciones, pero la sensación de peligro mantuvo la atención del público que un año más llenaba la plaza para ver a los «miuras».
Pepe Moral se justificó y dejó dos de los naturales de la feria con su primero, al ralentí y super largos. Cumbres.
A Román le cayó el mejor toro de la tarde, lidiado en tercer lugar. Remató contra las tablas con tanta intensidad que las rompió, y milagrosamente, no salió lesionado de tan brutal choque. Esto no se ve todos los días.
Como tampoco se suele ver, que otro toro salte al callejón, y más que por manso creo que fue porque estos toros están atentos a todos. Si alguien se mueve en el callejón, van a por ellos. Desde siempre, cuando un Miura se encela con alguien, es el toro más peligroso y hace hilo. De hecho, tras saltar hizo por la gente que estaba en el callejón.
El peor lote se lo llevó Rafaelillo. Dos toros sin un pase en los que estuvo muy digno, pero se atascó muchísimo con el descabello en el primero, tras dejar una estocada de la que salió trastabillado al esperarle el toro y tirarle un feo derrote al pecho.
Como digo, fue una corrida encastada e interesante, muy tobillera, lo que hizo sudar a los matadores. Sin ningún toro de triunfo, la corrida me gustó a excepción del cuarto y quinto toro donde bajó el nivel de la tarde.
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