SALTILLO NUNCA DEFRAUDA

Espero no tener que tragarme estas palabras el próximo domingo cuando tres toros de Joaquín Moreno Silva salgan por los chiqueros de Las Ventas para su desafío con Valdellán, pero Saltillo es de las ganaderías más regulares de la actualidad, para lo bueno y para lo malo.
Son reses impredecibles siempre, que hacen que mantengamos la atención en el ruedo y no miremos el móvil en ningún momento. Todo el público percibe el peligro, la inmimente cornada que da valor a los de luces por el simple hecho de ponerse delante de ellos.
Sin ser la de hoy una novillada terrorífica (no salió ningún «Cazarratas» ni nada por el estilo), fueron novillos encastados, que sabían en todo momento lo que se dejaban atrás. Salvo el primero, mucho más soso, la corrida tuvo genio.

Como ya hemos dicho, en el primero no se vio prácticamente nada por el nulo recorrido del toro y su peligro más sordo que el del resto, y con él, Alberto Pozo anduvo con torería, pero sin sacar nada en claro.
Con el cuarto, uno de los dos animales más toreables de la tarde sí que logró un par de series ligadas y profundas que le valieron una ovación.

A Manuel Ponce le cayó un segundo novillo encastado que le desbordó. Lógico, está verde y a cualquier torero le habría puesto en apuros.
El quinto fue el otro novillo toreable de la tarde. Tuvo clase, lo que hizo que el público se pusiese del lado del toro y le diese una gran ovación en el arrastre, mientras que la ovación que saludó Ponce tuvo más protestas que aplausos, algo que me cuesta entender, porque en este novillo mostró un concepto totalmente distinto al expresado anteriormente. Su principio de faena fue sensacional, con un pase del desdén cumbre acompañado de uno de pecho de hombro a hombro. Tras una buena serie con la derecha, dejó un trincherazo desmayado de ensueño, pero a partir de ahí la faena fue hacia abajo. Cogió la izquierda y anduvo con más reparos, pero lo volvió a solucionar con un artístico farol. Sin embargo, ahí el público se puso del lado del toro. Es cierto que a este toro lo coge una figura y le corta las dos orejas, pero no nos engañemos, una figura nunca va a torear Saltillo, por lo que la ovación, para mí, fue la más justa de la tarde, aunque levantase controversia.

Por último, a Jesús Díez le cayó el novillo más encastado de la tarde y uno de los más orientados de la temporada. Fue el tercero, con el que Díez tragó y a punto estuvo de ser corneado tras una fea cogida.
Se tiró a matar derecho, casi encima del novillo y en varias ocasiones, ya que aunque hizo la suerte con pureza, todavía debe mejorar a la hora de enterrar la espada. El novillero recogió una ovación por su disposición, pero me sorprende que aplaudiésemos solo yo y cuatro más en toda la plaza a tan encastado novillo, de principio a fin.
El sexto, más parado, se lo inventó él, empezando por una tremendista «portagayola» en la que esperó en exceso, y mostrando posteriormente una gran firmeza de plantas, pero se pasó de faena (mal menor en un novillero) y se volvió a atascar con los aceros, en este caso, con el descabello.

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