EN EL MOMENTO (DE) JUSTO

Se iba la tarde con una corrida de Victorino que no cumplía con las expectativas, a pesar de que empezó bien, con un primero muy tobillero y un segundo que embestía despacito, pero sabiendo también lo que se dejaba detrás.
Dos «victorinos» en toda regla.

Pero la corrida parecía ir de más a menos, con tres toros seguidos aburridos, en especial, el inválido corrido en tercer lugar.
Ya en medio del sopor, cambió esa tendencia a la baja con el sexto y último de la tarde. Un Victorino muy bien presentado, cárdeno claro, que cogió sin consecuencias a Ángel Gómez, subalterno de la cuadrilla de Emilio De Justo.
Se levantó e hizo un desplante torero que levantó al público de sus asientos y aprovechó ese momento Emilio para brindar al público y citar de largo al toro al natural, con el compás abierto y los talones asentados firmemente en la arena. Estuvo listo el de Torrejoncillo, aprovechando el momento justo en el que la tarde cogería vuelo.
Y es que el momento de De Justo también es impresionante. Lo demostró el año pasado y en febrero en Vistalegre. Sin embargo, no había tenido suerte en la feria de San Isidro. Tras el petardo que dio Jandilla, hoy le tocó en primer lugar un Victorino blando, muy justo de fuerzas, que no fue cambiado por el hierro que llevaba. Lo debió matar antes aún Emilio.
En el «cierraplaza», tras el vibrante inicio de faena ya comentado, dio otras series irregulares, pero muy meritorias. Aunque el toro humillaba, no era un toro bobo: era un Victorino y no le regaló las embestidas al torero. Además, en el tercer o cuarto muletazo se quedaba ya muy corto.
Hubo algún natural de nota, pero de nota fueron, especialmente, dos ceñidos pases de pecho rematados en la hombrera contraria. Qué buenos pases de pecho da este torero con la mano izquierda.
Con la diestra dejó otra gran serie desmayado, encajado de riñones y templado. A continuación dio otra de menor calado, pero la faena remontó con los naturales de frente, a pies juntos, muy en torero; puro.
Se tiró muy de verdad a matar, a sabiendas de que tenía entre sus manos una oreja de mucho peso. Aunque la espada le cayó un puntito baja, se le otorgó unánimemente este trofeo, para mí, de más mérito que algunas otras (y lo digo en plural) faenas que han recibido el doble trofeo.
Ovación para el toro en el arrastre.

Chacón recibió al primero con esa difícil facilidad con la que hace las cosas. Está curtido en mil batallas con toros duros y la lidia que les aplica es su fuerte. Se lo sacó a los medios andándole hacia atrás, con lo complicado que es hacer eso con un toro que aprieta. El toro era una alimañana, que acortaba el viaje en todo momento y eso daba emoción a lo que allí acontecía. Perdiéndole varios pasos después de cada muletazo y echando la pierna adelante, pudo hacer faena Octavio a un toro nada fácil. Tuvo una muerte de bravo y escuchó aplausos en el arrastre.
En el cuarto, sin embargo, estuvo algo más despegado y no fue capaz de ponerle al toro lo que le faltaba.

Daniel Luque no es un torero querido en Madrid y el 7 estuvo hoy muy duro con él. La exigencia en Madrid se debe mantener y se lo agradezco a este sector, pero también hay que saber cuándo. Quizá, cuando un torero se está jugando la vida no es el momento más adecuado para protestar. Para ello está el momento tras el arrastre del toro, pero cada uno es libre de expresar su opinión cómo y cuándo quiera, aunque a mí, en esta ocasión, me parezcan injustificadas las protestas a Daniel.
Para empezar, porque con el primero de su lote estuvo encajado de riñones, cargó la suerte y hasta se puso bonito. Con un Victorino, que no un Victoriano. No es lo mismo, y el de Gerena se puso como si delante estuviese un toro de cualquier ganadería de Domecq, buscando la estética.

El pero que sí se le puede, y se le debe de poner, es que realizó toda la faena con la mano derecha. Solo cogió la izquierda al final, cuando el toro ya estaba orientado. También, es cierto, que una tarde más molestó el viento, aunque menos que ayer.
En el quinto estuvo peor. Más fuera de sitio y sin apostar, con un Victorino que tampoco invitaba a ello. La plaza le recriminó dicha colocación.

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