Varias eran las Puertas Grandes que se le habían esfumado con la espada a Paco Ureña. Un faenón a un Adolfo en Otoño de 2015, dos Puertas Grandes seguras en San Isidro de 2016 (con El Torero y Las Ramblas), la de Otoño de 2017 y otra el año pasado con la del Puerto, tras pinchar a «Cuba II». Todas esas, además de otras faenas importantes, de oreja de mucho peso, como la de aquel «Pastelero». Pero siempre, la espada se llevó los trofeos.
Hoy parecía que se iba a ampliar esta lista, ya que perdió una oreja por pinchar a su primero, pero enterró la espada en su segundo y parecía que la Puerta Grande era ya segura. Sin embargo, el toro se aculó en tablas y no caía. Tardó en coger el descabello, a sabiendas de que se le podía ir, una vez más, la Puerta Grande. Por suerte, cuando ya tenía la cruceta en mano, cayó, y entre gritos de «¡torero, torero!», cortó dos orejas pedidas con unanimidad. Y es que su tarde había sido rotunda.
Al primero de su lote lo toreó excelentemente a la verónica, de salida y en el quite. Replicó Roca Rey por chicuelinas, una de ellas ajustadísima. Pero entró de nuevo en acción Ureña, dando varios delantales muy templados, que unidos a una arrebatada media y un desplante muy torero, pusieron al público en pie. Ni el propio Roca se esperaba tal rivalidad en quites.
La faena no pudo ser muy larga, debido a todo lo que se había toreado de capa. Eso sí, todos los muletazos fueron muy puros. Puso Ureña la pierna adelante y cargó la suerte. Los pases de pecho, fueron rematados en la hombrera contraria.
Aunque no pudo ligar como él hubiese querido, la faena tenía emoción. El lorquino resultó volteado de feísima manera, pero volvió a la cara del toro para rematar su obra.
Pasó a la enfermería tras dar una vuelta al ruedo por pinchar y dejar una estocada baja. Repito, tras dar una vuelta al ruedo. Qué manía tienen algunos ahora de decir que «paseó una vuelta al ruedo». Las vueltas al ruedo no se pasean, se dan. Se pasean las orejas.
Se tuvo que correr turno, pero salió Ureña para lidiar (¡y de qué manera!) al último.
Desde que Ureña se fue a la enfermería con una posible fractura de costillas, ahí no había pasado nada.
Tuvo que volver el de Lorca a poner la plaza patas arriba.
El inicio de la faena de muleta fue brutal. Lo mejor que se ha hecho en esta feria, sin duda.
Una trincherilla cumbre, un natural encajado de riñones a compás abierto, marca de la casa. Otro mirando al tendido. El público en pie.
A partir de ahí, ligó alguna serie con la derecha, pero lo más puro llegó de nuevo al natural.
Citando de frente. Unos a pies juntos. Otros «espatarrado», roto con el toro. Sacando todo lo que llevaba dentro en muy pocos muletazos. Midió la faena y, sin embargo, acabó escuchando el aviso antes de que cayese el toro.
Pero la plaza tenía ganas de que, por fin, Ureña abriese la Puerta Grande. El conjunto de la tarde sin duda lo merecía.
No obstante, la mayoría del público venía a ver a Roca Rey.
Estaba dando una gran feria, pero hoy Paco Ureña le ha arrebatado el trono de triunfador de San Isidro.
Se encontró con dos mansos de libro el peruano.
El tercero de la tarde protestaba al tercer muletazo de cada serie. Soltaba el «gañafón», pero Andrés se empeñó en alargar las series. Lo acabó logrando, pero sin conseguir muletazos destacados.
El que hizo quinto (que iba a ser sexto, pero hubo que correr turno), fue un toro muy pobre de caja. A pesar de sus astifinos pitones, daba un aspecto de «raspa», por lo que se le protestó la presentación. Se rajó desde el principio y no pudo hacer nada Roca Rey. Además, se le recriminó la colocación, al hilo del pitón, y vacío los muletazos hacia fuera.
Se acabó la feria para Castella sin que pase nada. Y eso que pases ha pegado unos pocos.
Se puso pesado con el inválido primero, que debió ser devuelto, pero seguramente no sacó el presidente ese pañuelo verde por ser el primero de la tarde.
Con el cuarto le faltó temple. El toro le cogió las telas en cada serie y quedó claro que si Sebastián estaba en este cartel de la Corrida de la Cultura es porque lo apodera Simón Casas.