Acabó la Feria del Toro, la que tanto mueve cada año: San Fermín.
Pero este año, se puede hablar de que ha sido una feria light en lo taurino.
Encierros repetitivos, sin emoción, y corridas en la misma línea hasta el último fin de semana.
Los cabestros del Uno han marcado las carreras, con «Sevillano» a la cabeza, y cuando se recuerda más los nombres de los cabestros que el de los toros, es que algo falla.
A ello hay que sumarle el antideslizante que hace ya años se viene usando y provoca que apenas haya caídas. Lejos quedaron los emocionantes encierros de Jandilla de la década pasada, o incluso alguno de Miura no hace tanto con algún toro suelto sembrando el pánico. Lógico que se quejasen los corredores que de verdad quieren hacer buenas carreras, porque así es imposible. Fue quitar a «Sevillano» y «Ronaldo» de la carrera, y el encierro por momentos volvió a ser lo que un día fue.
En otras plazas entiendo que el encierro pueda ser un trámite para llevar los toros a la plaza y lo mejor es que sea un encierro limpio y rápido, en el que ningún corredor ni ningún toro salga malparado. Pero si San Fermín es famoso por algo, es por sus encierros.
Además, en la plaza no hubo más emoción que en la plaza. Ni una faena para el recuerdo.
La mejor, en mi opinión, la realizada por Perera a un buen toro de Cuvillo, aunque no me quiero olvidar de la de Roca Rey, malograda con los aceros por su lesión en el hombro.
Sin embargo, el claro triunfador es Cayetano. Cuatro orejas cortó en su tarde nada menos. ¡Hasta le pudieron el rabo! Fue algo histórico… el que le pidiesen el rabo sin haber dado ni un pase precisamente para la historia. Pero es famoso, y conecta con el público, que aquí es lo que vale. Por cierto, qué vaya lote tuvo, aunque el último fuese premiado injustamente con la excesiva vuelta al ruedo. La corrida de Núñez del Cuvillo ha sido reconocida como la mejor de la feria en los premios, pero en el aficionado queda el sabor de la encastada corrida de La Palmosilla, sobre todo el lote de Garrido, con los dos mejores toros de la feria. Pero Garrido en vez de dar un paso o dos adelante en su carrera, los dió hacia atrás. Nunca ha sido un torero de mi gusto, pero es que cada vez le espera menos gente. Ya van cinco años de alternativa y no hay forma de cuaje un toro en una feria importante.
Además, se ha ratificado el mal momento que atraviesan Pepe Moral y Octavio Chacón. Por cierto, que feo el cabezazo que le dió el de Prado del Rey a un Miura. Me recordó a algún gesto de Israel Lancho, tan populista y tan absurdo.
Una cosa es adaptarse a la personalidad de cada plaza y otra eso. Octavio, date prisa en reencontrarte.
No me decepcionó, pero me dejó a medias Pablo Aguado. Debe recuperar la buena inercia que traía en Madrid y Sevilla y que, claramente, se le ha ido. Es un torero de arte y, de toda la vida, los toreros de arte son irregulares, pero no está la cosa como para dejar pasar oportunidades de este tipo. Toreó algo aliviado, sin vaciar el muletazo, pero su naturalidad y cómo carga la suerte tapan esos defectos. Con la espada tiene mucho que mejorar. Más aún tiene que mejorar Juan Leal, otro de los jóvenes, pero con un concepto opuesto al de Pablo. Si Juan Leal es algo, es valor, pero no tiene ese pellizco que entusiasma al aficionado. Además, la «miurada» salió dura, reservona y desarrollando sentido, muy a la antigua. Me alegro, porque eso sí es Miura. Para mí, la corrida más encastada de la feria y Rafaelillo lo pagó. Prontra recuperación.
Cuvillo, La Palmosilla y Miura pusieron un gran broche a una floja feria, en la que hasta entonces solo José Escolar se puede salvar. La corrida de Cebada Gago se suspendió por la lluvia (hacía veinte años que no sucedía esto en Pamplona) y El Puerto pegó el gran petardo, dando al traste con uno de los carteles más interesantes para el aficionado.
No obstante, no hay que olvidar que el año pasado se llevó el premio «Carriquiri» al mejor toro por «Cuba» y se le podría dar aún así otra oportunidad el próximo año. El resto de ganaderías creo que repetirán todas, aunque me queda alguna duda con Jandilla y Victoriano del Río.
En cuanto a los toreros, se irá viendo conforme transcurra la temporada y el comienzo de la próxima, pero espero que esté Ureña, porque no entiendo que este año no estuviese en los carteles ni cogiese la sustitución de Roca Rey.
Que no esté Diego Ventura en rejones ya es habitual.
Por cierto, que bien estuvo Leonardo Hernández. Y en el plano de los novilleros, el triunfador fue Diego San Román, que abrió la Puerta Grande toreando atornillado al suelo, muy asentado y pasándoselo muy cerca. Es un novillero a tener en cuenta.
Acabo el resumen resaltando la mala educación del público de Pamplona. Está bien ir a la plaza a divertirse, aunque no lo comparta. Cada plaza tiene su ideosincrasia. Pero lo que no se puede es tirar una botella a un torero (Cayetano) al entrar a matar o tirarle la merienda por fallar con la espada (a Emilio De Justo). Sin embargo, a estos no se les da tantos palos desde la prensa como a los aficionados del 7 o de la Grada Joven de Madrid. Increíble.
Deja una respuesta