SIN TOROS NO HAY EMOCIÓN

Los desafíos ganaderos ya son pasado. Esos en los que salía el toro encastado, en los que picaba (bien o mal, pero se picaba). Desapareció la casta. También el tercio de varas. Tres ganaderías hoy en el cartel. Todas de encaste Domecq y todas descastadas y justas de fuerzas. Se salvó Cuvillo porque, aunque se le den palos a esta ganadería, es brava en el último tercio. Como las lidias de hoy en día se basan en la faena de muleta y los «cuvillos» tuvieron la suerte de encontrase a dos de los toreros del año enfrente, hubo dos faenas importantes.
El resto de la corrida fue tediosa.

Tras el paseíllo se obligó a saludar a Paco Ureña, triunfador de San Isidro. Su última tarde en Madrid salió en hombros en la Corrida de la Cultura del 15 de junio.
Este invitó a saludar a Perera, que se quedó en un segundo plano, a sabiendas de que no goza del mismo cariño de Madrid que el lorquino.

Abrió plaza un Juan Pedro muy en el tipo de la ganadería, no solo en presentación, sino en juego: manso, descastado y que no le dió opción ninguna al matador. Los aficionados de Las Ventas atendieron con máximo respeto a la faena de Miguel Ángel Perera hasta que se puso pesado. Muy pesado. Tardó en irse a por la espada, como le pasaría también en el de Victoriano del Río.

Este fue otro manso, como le deben gustar al ganadero, que manda vacas al matadero por exceso de bravura. Mostró signos de debilidad en los primeros tercios, pero no se le cambió.
Trataron de rivalizar Ureña y Perera en quites, como marcan las reglas no escritas de un mano a mano, pero fue imposible ante semejante inválido.
La faena de Perera fue larga y pesada.

Sin embargo, dejó muy buen sabor de boca el extremeño con el quinto.
El colorado de Cuvillo fue protestado de salida por su deficiente presentación. Con el público ya a la contra, empezó a cojear de una de las patas, pero ante la multitudinaria protesta encabeza por el 7, el presidente sacó el pañuelo blanco y cambió el tercio. Nadie veía la posibilidad de hacer faena, pero tras unas series para probar al toro, Perera si que lo vio.

Lo citó de largo y el toro iba pronto. Las series con la derecha surgían ligadas y redondas, y hasta el Cuvillo se venía arriba. ¡Incluso cerraba la boca!
Los pases al hilo del pitón para poder conseguir la ligazón dividieron a la plaza, pero lo cierto es que con ese toro no se podía estar mejor. La izquierda era la mano que debía medir la verdadera dimensión de la faena, y ahí, el trasteo bajó su nivel. No es la mano de Perera, está claro. El toro le tocó las telas en cada natural, por lo que la obra no fue rotunda. Aún así, de haberlo matado, el público triunfalista que hoy llenaba Las Ventas le habría pedido el doble trofeo, como ya sucedió en San Isidro, con una faena muy parecida. En aquella ocasión también lució al toro. Aunque «Pijotero» fue mejor toro, no iba igual por el pitón izquierdo, lo que imposibilitó el toreo con la zurda aquella tarde. Sin embargo, Perera salió a hombros.
Hoy falló con la espada tras unas bernardinas de infarto: pinchó y después hizo una metisaca en los bajos que tumbó al toro. La ovación al diestro fue unánime, pero la vuelta al ruedo volvió a suscitar una división de opiniones.

La faena de Perera, para mí, era de oreja de peso si lo hubiese matado. Nunca de dos estando en Las Ventas. Entre otras cosas porque los mejores muletazos de la tarde llevaron la firma de Paco Ureña.

El castaño de Cuvillo que hizo segundo fue el primero de Ureña.
Se inventó la faena Paco Ureña, porque el toro no transmitía. Empezó con su ya clásico comienzo por estatutarios, rematados con la trincherilla y algún pase mirando al tendido, sin alcanzar el éxtasis que logró en San Isidro.
Al hilo del pitón surgieron grandes naturales por el encaje. A veces se preocupó demasiado de darlos mirando al tendido, aunque en el caso de los pases de pecho, tuvieron gran acogida entre el receptivo público.

Cada vez subía más la intensidad y los naturales cada vez eran más rotos. Espatarrado. Ureña en estado puro.
El final de faena con ayudados por bajo y trincherillas fue muy torero.
La estocada en corto y por derecho puso en sus manos la oreja.

Con el jabonero de Juan Pedro no se acopló y se le respetó por ser quién es. Tampoco transmitió nada el toro.

Cerraba plaza el toro mejor hecho de la corrida, con el hierro de Victoriano del Río. Tras perder en repetidas ocasiones las manos (esta vez sí) asomó el pañuelo verde.
Después de que hiciese Florito su trabajo, salió un sobrero de José Vázquez abanto. La mansedumbre fue la tónica general. No se le puso bien en suerte y en la muleta salía suelto desde el principio.
Paco, inteligente, lo sometió por abajo con doblones para poderle, pero el toro no le duró nada. Protestaba y se rajaba a cada pase. Un mansazo de libro. En tablas, Ureña pudo sacar algún muletazo en el arrimón para justificarse.
Mató recibiendo, pero la estocada quedó atravesada y el toro se fue a morir al lado opuesto de la plaza pegado a tablas.

Plaza de toros de Las Ventas (lleno de «No hay billetes» en tarde calurosa). Toros de Juan Pedro Domecq (justos de presentación y de nulo juego), Núñez del Cuvillo (mal presentados y blandos, pero que mejoraron en el último tercio), Victoriano del Río (uno mal presentado y otro mejor, ambos inválidos, siendo el último devuelto) y un sobrero de José Vázquez (bien presentado y mansísimo).
– M. A. Perera (de lila y oro): silencio, silencio tras aviso y vuelta al ruedo tras aviso.
– Paco Ureña (de melocotón y oro): oreja, silencio y saludos tras aviso.
*Saludó una fortísima ovación la cuadrilla de Perera tras el segundo tercio del tercero de la tarde.

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