José María Dols Samper (José Mari Manzanares hijo) nació el 3 de enero de 1982 en Alicante.
Toma la alternativa el 24 de junio de 2003 la plaza de su ciudad con Ponce de padrino y Francisco Rivera Ordóñez de testigo.
Confirma en Madrid dos años después, el 17 de mayo de 2005, de manos de César Jiménez y en presencia de Salvador Vega.
Desde el 2006 le apodera la casa Matilla, aunque empieza a destacar en 2007 (temporada que se ve obligado a cortar por contraer el dengue), 2008 y, en especial, 2010.
No obstante, el año en que se consagra definitivamente como figura del toreo es el de 2011, con su indulto a «Arrojado» de Núñez del Cuvillo en Sevilla y la Puerta Grande en Las Ventas, el día que mató recibiendo en todo el centro del ruedo.
Entre ese 2011 y 2013 logra abrir en varias ocasiones la Puerta del Príncipe de Sevilla. Precisamente, en 2013 se encierra con seis toros en La Real Maestranza de Caballería, cortando dos orejas al sexto.
En 2013 también consiguió firmar una de sus obras maestras en en el coliseo de Nimes, cortando cuatro orejas y un rabo.
En 2014 faltó a su cita anual con su «plaza de adopción» (Sevilla) por aquel lío que hubo con el G-5.
El 28 de octubre de 2014 fallece su padre, el «maestro de maestros».
José Mari inicia así una etapa de reecontrarse con su toreo, tratando de torear más despacio como le decía su padre.
Durante el 2015 luce toda la temporada un vestido negro y azabache, de luto, en señal de duelo. Quizá por su tristeza, o porque se encontraba en ese período de transición en el que buscaba darle una vuelta de tuerca más a su toreo (o por la suma de ambas), no tiene una temporada especialmente brillante.
Sin embargo, esa transición hacia una versión más pausada y torera de Manzanares concluye el miércoles 1 de junio de 2016. Esa tarde alcanzó su cumbre toreando al toro «Dalia» de Victoriano del Río y marca un antes y un después en su carrera.
Lo cuajó de principio a fin, con capote, espada y un estocanazo cuando se le vino el toro. Había parado el tiempo toreando al natural y Madrid se rindió a José Mari con total unanimidad. Dos orejas con petición de rabo para la que es, en mi opinión, la mejor faena de la pasada década.
Las verónicas, las chicuelinas alicantinas de mano tan baja como las ejecutaba el padre, los trincherazos, el pase de pecho infinito, los naturales al ralentí, el cambio de mano, la soberbia estocada recibiendo… fue la perfección hecha faena.
Además, en 2016 alterna en varias tardes con José Tomás y siempre da la cara, mostrando una gran versión.
En los últimos años ha vuelto a desorejar varios toros en Sevilla: en 2016, 2018…
El toreo de Manzanares destaca por su elegancia. Su empaque y su estética hacen que de gusto verle por la belleza que en sus faenas es algo ya inherente. Además, llena la escena con la torería con la que anda por la plaza y por cómo entra y sale de la cara del toro.
Es un torero que no tiene una gran variedad: es un torero clásico, que rara vez se sale de su guión y eso le hace más previsible. No obstante, es muy completo, ya que se maneja bien con el capote y con la muleta, aunque se siente mucho más a gusto con la mano derecha. Al natural también sabe torear, como se demostró ese día de «Dalia», pero al sentirse más cómodo con la derecha, sus faenas se suelen basar en esa mano.
Hay que decir que en la muñeca izquierda tiene trece operaciones, lo cual imagino que algo influirá.
También, creo que usa más la mano derecha para poder rematar las series como a él le gusta, ya que sus pases de pecho son más redondos con la derecha y, también, tiene la opción de realizar un trincherazo o un cambio de manos, que, por cierto, los borda.
Digamos que sus series empiezan muy bien, ya que siempre cita de frente y carga la suerte y acaban igual de bien, o mejor, con sus soberbios remates que dejan un gran sabor en el público. Sin embargo, a veces sus series son cortas y lineales.
Además, se le achaca falta de ceñimiento y es que, considero que le puede faltar algo de valor para mandar en el toreo. En ocasiones, debía haber «cruzado la raya» y solo lo ha hecho en Sevilla de forma regular. En otras plazas, no se ha sentido del todo cómodo y le ha faltado apostar, por ejemplo, para coger desde el principio la mano izquierda y ponerse a torear al natural.
También, y esto es común a todas las plazas, a la hora de elegir ganaderías: ha sido el torero que menos se ha salido del «monoencaste», bien por falta de confianza en sus cualidades, o bien por falta de ese valor para apostar. Es cierto que otros encastes exigen un mayor desgaste al torero y Manzanares tiene la espalda machacada por las volteretas.
José Mari es un torero de arte y de poder, ya que somete a los toros en la muleta para llevarlos con ligazón y cada pase suyo es una postal, de ahí que diga lo del arte, aunque le falte esa magia que surge cuando se es capaz de improvisar en la cara del toro.
Antes decía que es muy completo, porque maneja bien el capote y la muleta, pero no se piensen que me olvido de la espada. Todo lo contrario, lo dejo para el final porque es su fuerte.
Es el mejor matador del momento por las tres fases de la estocada: forma de realizar la suerte, colocación y efectividad.
La forma porque mata bien al volapié y recibiendo (siempre colocando la espada de perfil). Recibiendo, además, es el único torero que cita con los vuelos de la muleta para que el toro se arranque, ya que el resto recurrén a un feo pisotón.
La colocación de la espada suele ser muy buena, los mata de un «puñetazo» y no se sale de la suerte. Además, ya no suele perder la muleta como le pasaba al principio.
Su efectividad es tremenda. Caen rodados. Rara vez pincha un toro y eso le sirve para amarrar todas las orejas y, también, como «tapabocas» si no ha estado del todo bien.