EL TOREO DE… PERERA

Miguel Ángel Perera Díaz nació en Puebla del Prior (Badajoz) el 27 de noviembre de 1983.

Tras ser triunfador del ciclo de novilladas de Algemesí y abrir su primera Puerta Grande de Las Ventas cortando tres orejas, toma la alternativa en Badajoz el 23 de junio de 2004, de manos del Juli y en presencia de Matías Tejela.
La ganadería fue la de Jandilla, al igual que la de su confirmación en Madrid, con César Rincón de padrino y Matías Tejela de testigo.

En 2006 indulta un toro en Valencia y corta dos orejas en La Maestranza, pero su consagración como figura llega en 2008.
Ese año firma la mejor faena de la Feria de Abril, cortando dos orejas y abre la Puerta Grande en San Isidro.
Consigue una nueva Puerta Grande en Madrid en su encerrona en Otoño, pero no puede disfrutar de la salida a hombros, ya que sufre dos cornadas y tiene que pasar a la enfermería en el quinto toro.

En 2009 sigue triunfando, pero a comienzos de la década parece dejar de «pisar el acelerador», hasta 2014, que es junto con 2008, su mejor año.
Esa temporada sale por la Puerta Grande en sus dos actuaciones en San Isidro, cortando tres orejas a su lote de Victoriano del Río y desorejando a un Adolfo, al que cuajó al natural.
Además, triunfa allá donde actúa y se encierra con seis toros en Nimes.

El año siguiente le toca la otra cara de la moneda: el 15 de septiembre de 2015 está a punto de perder la vida en Salamanca, cuando sufre una cornada en el abdomen al torear a la verónica de rodillas.

Tras un 2016 de ir recuperando las sensaciones, consigue una discutida Puerta Grande en la Feria de Otoño de 2017. Más discutida aún sería la de 2019 tras la faena a «Pijotero» de Fuente Ymbro, una de sus ganaderías preferidas durante toda su carrera.
Como respuesta a las protestas del 7, hace un gesto de 6+1 con sus dedos durante la salida a hombros (6 Puertas Grandes de torero más una de novillero) y se inicia así un nuevo capítulo de la relación de amor – odio de Perera con Las Ventas. Se puede comprobar en la Feria de Otoño, en su mano a mano con Ureña, el día que realizó la cantada faena a «Portugués» de Núñez del Cuvillo.
A pesar de esas rencillas con el público, Las Ventas ha sido la plaza que le ha dado categoría, aunque hay en otras donde también ha triunfado un gran número de veces, como Huelva o Albacete.

El toreo de Miguel Ángel Perera es poderoso, de gran ligazón y de trazo muy largo, en especial, con la mano derecha.
Engancha a los toros adelante y los suelta muy atrás, aunque con la izquierda no echa la muleta tan adelante, y cita más de perfil, tomando precauciones.
En sus primeros años hace gala de un gran valor, que no es que haya ido perdiendo, pero el exceso de técnica le ha llevado a un toreo más previsible y a alguna que otra mala costumbre, como la de esconder la pierna de salida y descargar la suerte, aunque respecto a esto último, hay que decir que nunca se ha caracterizado por su pureza. Además, se retuerce en exceso.
Por eso, nunca ha sido torero de Madrid, a pesar de que es, después de José Tomás, el torero en activo con más Puertas Grandes en la capital.

Al destacar por su poderío y por cómo somete a los toros, bajándoles la mano una barbaridad, digo lo mismo que decía de Roca Rey, y es que su toreo brillaría más con «albaserradas». De hecho, el día que toreó la de Adolfo en Madrid triunfó y ese día sí que puso a todo el mundo de acuerdo.
Si triunfó, ¿por qué no los ha vuelto a torear? (salvo una tarde en Santander y otra en Zaragoza).
No obstante, ha triunfado con distintos encastes, como el citado de Albaserrada, Domecq o Atanasio – Lisardo.

Perera ha sido un torero de altibajos, de tener una temporada redonda, en la que no hay quien le tosa, y otras de no ser capaz de reeditar el triunfo en muchos sitios.
Quizá, tanto en él como en Castella, o incluso en Manzanares, he notado cierto acomodamiento en varias temporadas. Parece que viven de las rentas del triunfo de un año durante las temporadas siguientes.
Esto se debe a que en el escalafón tampoco había competencia: estaban asentados las figuras de la generación anterior (Ponce, Juli, Morante y José Tomás, que es un verso libre) y las figuras de la década de los 2000 conviven con ellos (El Cid, Castella, Manzanares, Perera y César Jiménez primero, y Talavante, después). Nadie les apretaba: los puestos de las ferias han sido para ellos durante diez o quince años. Solo Fandiño pareció querer abrirse paso entre el G-10.
Ahora, aunque algunos de esos toreros ya se han retirado, como El Cid o César Jiménez, hay una nueva generación, comandada por Roca Rey, que viene apretando fuerte y que no les va a dejar dormirse: en ella están Ginés Marín, Pablo Aguado, por un tiempo estuvo López Simón y, también, toreros que no acaban de tomar la alternativa, pero han resurgido y están en su mejor momento, como Ferrera, Ureña y De Justo.

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