Saúl Jiménez Fortes nació el 1 de enero de 1990 en Málaga.
Saúl viene de familia torera.
Comenzó en la escuela taurina de Málaga, en la que era profesora su madre (que fue novillera).
Tomó la alternativa el 24 de agosto de 2011 en Bilbao. El padrino fue El Juli y el testigo Talavante, con una corrida de Jandilla.
Abrió la Puerta Grande de Pamplona en 2012, lo que le sirvió para confirmar en Las Ventas el 16 de mayo de 2013 en una corrida de Juan Pedro Domecq con Morante y Manzanares.
Precisamente, en Madrid estuvo a punto de perder la vida en mayo de 2015, cuando fue corneado en el cuello por un toro de Santiago Domecq en una tarde de mucho viento, en la que ya había cortado una oreja a su primero.
Como si un gafe cayese sobre él, volvió a sufrir otra cornada en el cuello en el mismo año. Fue en agosto, en Vitigudino, por un toro de Orive que, curiosamente, estaba afeitado.
Sin embargo, esto tiene una doble lectura. Por un lado la mala suerte de tener dos percances tan graves en la misma zona en tan solo unos meses. Por otra parte, dentro de esa mala suerte, la enorme suerte de que sigue vivo y, además, toreando.
Ciertamente, en un principio era un torero que atropellaba la razón. Recuerdo mi primer año de abonado en Las Ventas. Le pregunté a un veterano abonado qué que le parecía Jiménez Fortes. Su respuesta fue: «un suicida».
Por eso, quiso borrar esa imagen y dejó de anunciarse en su reaparición en 2016 como Jiménez Fortes, para pasarse a llamar solo Fortes. Era un torero renovado.
En Vitigudino vuelve a matar toros a puerta cerrada para ahuyentar a los fantasmas, aunque su reaparición con público tiene lugar el 24 de enero de 2016 en Vistalegre, en un mano a mano cargado de sentimiento, ya que era con David Mora, que también reaparecía de una cornada gravísima.
Se puede decir que ese año es de transición, de ir recuperando sensaciones y ahondar en su nuevo concepto del toreo.
En 2017 se encierra con seis toros en la Malagueta, firmando una gran faena con un toro de Victorino, que le hiere.
Puede acabar la gesta y cortarle otra oreja al sexto.
A partir de ese momento, la ganadería de la A coronada empieza a ser fundamental en su carrera, ya que también la mata en Bilbao (dejando buenas sensaciones) y en Madrid, el Domingo de Ramos de 2018. Toreó al ralentí a «Mucamo», un cárdeno claro de Victorino, que era una pintura y fue un superclase. Los «olés» retumbaron en Las Ventas con los naturales de Fortes y la humillación del toro. Sin ser una faena redonda, fue muy emocionante.
De nuevo Las Ventas le mostró su cariño en San Isidro con la corrida de Pedraza de Yeltes, obligándole a dar dos vueltas al ruedo.
En agosto fue triunfador de Málaga tras desorejar a un toro de Cuvillo, pero la mala suerte se volvería a cebar con él en la Feria de Otoño de ese año, en «la Feria del Bombo».
Un toro de Victoriano del Río le cogió y, a raíz de esa cornada tuvo una infección en la tibia y el peroné, teniendo que ser intervenido hasta en seis ocasiones y viéndose obligado a no poder torear en todo el 2019.
Ahora es el Covid-19 el que ha truncado su reaparición en Zaragoza.
Como ven, la de Fortes es una carrera de obstáculos. Nunca se ha rendido y ha buscado cómo mejorar, sin desanimarse ni cejar en su empeño de ser figura del toreo.
La primera etapa fue de poca técnica y mucho valor. Cóctel explosivo.
Tras el percance de Vitigudino, Fortes recapacita y vuelve siendo un torero más cabal y más relajado, lo que consigue, sobre todo, con los toros de Victorino, que embisten mucho más despacio que los de otras ganaderías.
Su toreo, hondo y encajado de riñones, es de mucha pureza y, por lo tanto, del gusto de todos los aficionados.
Con lo que más destaca es con la muleta y, probablemente, con la mano de la verdad, la izquierda.
Aunque (afortunadamente) ya no arriesga tanto como en los primeros años, en los que prácticamente se metía en la trayectoria del toro, se los sigue pasando muy cerca. A él el valor no se le ha ido con las cornadas. Simplemente, sabe usarlo mucho mejor.
Con Fortes están aseguradas las emociones fuertes.