Diego Urdiales Hernández nació el 31 de mayo de 1975 en Arnedo (La Rioja).
Como novillero se alzó con el prestigioso certamen de su pueblo: el Zapato de Oro de 1998.
Gracias a ese premio, llega con ambiente a su alternativa en Dax el 15 de agosto de 1999, con toros de Diego Puerta. Su padrino fue Paco Ojeada y el testigo «El Cordobés».
Confirma en Las Ventas el 8 de julio de 2001, de manos de Frascuelo y en presencia de «El Madrileño». Los toros fueron de Guardiola Fantoni.
Su primer gran éxito tiene lugar el 21 de septiembre de 2007, al indultar el primer toro en el nuevo coso de La Ribera, en Logroño. Fue un toro de Victorino Martín, llamado «Molinito».
El 20 de marzo de 2010 tuvo el honor de participar en la corrida de inauguración de la nueva plaza de su pueblo, junto a Julio Aparicio y José Tomás.
Ha sido un torero que ha triunfado con distintos encastes. Hay tres especialmente importantes en su carrera: Núñez, Albaserrada y Domecq.
Durante los primeros años de la década corta numerosas orejas a toros de Victorino en Madrid y, sobre todo, en Bilbao.
Más recientemente ha desorejado a varios toros de Alcurrucén en Bilbao.
En Madrid, ha dejado dos enormes faenas, ambas en la Feria de Otoño. Una fue en 2014 con un toro de Adolfo. De la segunda todo el mundo se acuerda: la de 2018 con «Hurón» de Fuente Ymbro. En ambas crujió Madrid al natural, pero en la Fuente Ymbro, además, estuvo acertado con la espada y abrió la Puerta Grande con rotundidad.
(Aquí os dejo el enlace a la crónica de esa corrida: https://criticataurina430463222.wordpress.com/2018/10/07/diego-urdiales-vuelve-a-crujir-madrid-al-natural/).
Urdiales es un torero de culto, del gusto del aficionado más selecto e, incluso, de grandes figuras históricas como Curro Romero, «El Viti» o José Tomás, todos ellos grandes partidarios de Diego.
Su toreo se basa en la pureza y el clasicismo. No hay nada de cara a la galería.
Nunca retrasa la pierna de salida y siempre carga la suerte. Es más, torea con todo el cuerpo: con el pecho, la cintura y las muñecas.
Es capaz de ralentizar el tiempo toreando al natural, como ese día de «Hurón» y, además, de rematar sus series con una torería tremenda: las trincherillas, los molinetes llenos de arte, los ayudados por bajo… todo con un gran aroma.
Sin embargo, ese toreo no se puede hacer todos los días. Quizá por eso, se haya quedado en numerosas ocasiones fuera de las ferias y haya tenido temporadas mucho más cortas de lo que merecía, como la de 2018.
No obstante, siendo un torero de arte, ha conseguido que le sirva un porcentaje alto de los toros y, como decía anteriormente, de distintos encastes.