Álvaro Lorenzo Gutiérrez nació en Bargas (Toledo) el 2 de agosto de 1995.
De novillero ganó los certámenes más importantes, tanto sin caballos como con ellos, como el Zapato de Plata de Arnedo y el Alfarero de Oro de Villaseca, respectivamente.
Tomó la alternativa el 14 de mayo de 2016 en Nimes, de manos del Juli y en presencia de Castella. Los toros fueron de Domingo Hernández y Garcigrande.
Confirmó en Las Ventas el 25 de mayo de 2017 con los toros de sus apoderados, los Lozano, es decir, Alcurrucén. El padrino de la ceremonia fue El Juli, al igual que en su alternativa, y el testigo, Ginés Marín, que también confirmaba.
El Domingo de Resurrección de 2018 abrió la Puerta Grande de esta plaza tras cortar (de forma cuestionable) tres orejas de la corrida del Torero.
Álvaro Lorenzo es un torero muy clásico, con la seriedad castellana que ha caracterizado a otros toreros de estas tierras.
Sin embargo, esa seriedad en su toreo se transforma, a menudo, en frialdad. Por lo menos, a mí no es un torero que me transmita demasiado.
Aunque sus maneras son buenas, le falta ponerle más sentimiento a lo que hace. Tiene mucha técnica, y el exceso de técnica, no siempre es algo bueno.
Con lo que más destaca el toledano es con el capote. Torea muy bien a la verónica. Ciertamente, estamos ante una nueva generación de capoteros muy buena: Pablo Aguado, Juan Ortega, Garrido y el propio Álvaro Lorenzo se suman a Morante y Daniel Luque como toreros que torean de una forma clásica con la capa, interpretando con gusto la verónica y la chicuelina, y poniéndolas en valor en tiempos de capote a la espalda.
Ha toreado y ha triunfado con distintos encastes, como Núñez (con Alcurrucén), Albaserrada (con Victorino), Santa Coloma (con la Quinta) y Domecq (con El Torero, por ejemplo).