Gonzalo Caballero del Hoyo nació el 21 de diciembre de 1991 en Madrid.
De novillero tuvo grandes actuaciones en Las Ventas, hasta el punto de ser el novillero con más orejas cortadas en la pasada década en esta plaza.
Fue triunfador del certamen que se celebra en el verano venteño y, en otra ocasión, se tiró a matar sin muleta para reivindicar la alternativa que no llegaba. Gonzalo siempre lo tuvo claro, quería tomar la alternativa en la primera plaza del mundo, con la que sueña todos los días.
Finalmente, la alternativa llegó el 3 de octubre de 2015, sustituyendo a López Simón, que había sido cogido el día anterior.
Su padrino fue Uceda Leal, y el testigo, Eugenio de Mora. Los toros llevaron el hierro del Vellosino.
En San Isidro 2016 torea la corrida del Ventorrillo y es cogido de gravedad. Reapareció en Santander y fue, nuevamente, corneado.
En 2017 da una vuelta al ruedo en Madrid y se lleva el premio a la mejor estocada de la feria de San Isidro, en una tarde muy especial para él, tras la muerte de su padre.
Por eso, se encierra benéficamente en Torrejón de Ardoz al finalizar la temporada, para luchar contra el cáncer en el proyecto «Juntos Somos Invencibles», en el que involucró a muchos famosos.
Este año resultó cogido por un toro de José Escolar en Pamplona.
En el 2018 torea la corrida goyesca del 2 de mayo (siendo cogido), pero se queda fuera de San Isidro, tras rechazar algunas corridas duras. Gonzalo consideraba que no era el trato que merecía tras haber sido premiado el año anterior, lo que le llevo a rajar del «productor» durante su discurso en la gala de presentación de los carteles de San Isidro 2018.
Sin embargo, para sorpresa de todos entró en la feria de San Isidro de 2019, en la corrida de El Pilar, en la que fue cogido (otra vez más) de gravedad al tirase a matar o morir.
Volvió el 12 de octubre con una gran entrada en los tendidos, en la que tuvo buena parte de la culpa. Ese día llevó el mismo vestido de la cornada de mayo y sufrió una cornada muy semejante, en la pierna de salida al entrar a matar. En este caso, la cornada del toro de Valdefresno casi le quita la vida.
Tenía previsto reaparecer el día del patrón de 2020 y, la verdad, que me apetecía bastante verle, ya que creo que este percance tan grave le debe haber hecho reflexionar.
Gonzalo Caballero tiene mucho valor, pero el valor hay que usarlo con cabeza. No puede ser que un toro te coja cada vez que entras a matar. Hay que hacer la cruz y recordar que la mano que mata es la izquierda.
Además, creo que Gonzalo torea bien, por lo que no debería tener que recurrir todas las tardes al atragatón.
Al final, siempre acaba con las bernardinas, en las que el toro no le puede pasar más cerca, pero a mí lo que de verdad me gusta es su toreo encajado de riñones, con sus derechazos profundos, rematando detrás de la cadera.
En los pases de pecho también trata de enroscarse el toro, llevándolo a la hombrera contraria, y al natural su toreo no pierde un ápice de verdad. Siempre se cruza y echa la pierna hacia delante con pureza.
Sin embargo, tengo que admitir que he perdido fé en él. De novillero le veía como posible figura del toreo, pero ahora le veo «únicamente» como torero mediático.
Con los toros encastados, como los «escolares» en Pamplona o los «torrestrellas» de Bilbao, no ha estado a la altura. Creo que no se ha acoplado a la embestida del toro, como sí lo hacía con los novillos.
No obstante, es un torero que mueve masas entre los jóvenes, lo cual es sumamente importante en estos momentos. Desde luego que es un torero popular y que hace falta.
En cierto modo, se me asemeja a su amigo Miguel Abellán por su tirón en taquilla y en las redes, por su forma de torear y por esos vestidos blanco y plata.
Crítica taurina 
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