La máxima figura de la historia del toreo en Francia anunció ayer por la noche su decisión de retirarse.
Lo anuncia este año en el que se cumplen veinte de su alternativa y que habría celebrado (de no ser por la pandemia) con diversos gestos, como matar todas las corridas de la feria de su tierra, Beziers, entre las que estaba reseñada una de Miura.
Ahora, todo apunta a que será empresario de esta plaza junto al que hasta el momento era su apoderado, Simón Casas, que a su vez ha movido ficha con el apoderamiento del sevillano Juan Ortega.
Parece que Sebastián Castella busca nuevos retos, quizá desmotivado del toreo por cuestiones que solo él conoce. Hay que recordar que hace unos días se mostraba molesto por los derechos televisivos e invitaba al sector a sentarse en invierno a reflexionar sobre el tema. Quizás, esa invitación haya sido el detonante definitivo para que Castella haya decidido retirarse, por no haber encontrado apoyo, por ejemplo. Esto son solo especulaciones, pero lo que es evidente es que Castella hace poco tiempo no tenía pensado dejar la profesión. De hecho, afirmó que, ya que este año no ha podido celebrar los veinte años de alternativa, le gustaría hacerlo el año que viene como se merece.
Ahora, todo ha dado un giro radical, aunque, en mi opinión, más que necesario.
Sebastián fue un torero de los más importantes del final de la primera década del siglo XXI. A base de quietud y temple se convirtió en figura, destacando, sobre todo, en Madrid. Para el recuerdo quedan sus clásicos inicios de faena con cambiados por espalda que él popularizó, pero nadie los ha hecho con el mentón hundido como el francés, apenas sin mirar al toro y sin retorcerse nada. Quieto como un palo.
Su cumbre llegó en 2009 con dos Puertas Grandes en Las Ventas y, tras tocar techo, empezó su declive.
Él mismo reconoció en 2015 que se había relajado, año en el que se propuso «volver a mandar en el toreo». De nuevo Madrid le lanzaba tras desorejar al gran «Jabatillo» de Alcurrucén, pero con el lunar de solo haber cortado una oreja a «Lenguadito», otro toro extraordinario, en esta ocasión de El Torero.
Su 2015 fue de nota, pero solo fue un espejismo. Desde entonces se dedicó a vivir de las rentas y volvió a cambiar el torear por pegar pases y arrimarse. Su valor está fuera de toda duda, pero se le han ido toros como «Hebrea» de Jandilla y seguía en los carteles porque cobraba menos que otras figuras y abría plaza en muchas ocasiones.
En mi opinión, hace años que debía haberse retirado. Es cierto que estos últimos años ha hecho algún gesto matando alguna dura, pero nunca ha triunfado con ellas. Su toreo dice poco a estas alturas. Sin embargo, parecía que su carrera (como sus faenas) no se iba a terminar nunca. Digamos que, una vez más, se ha pasado de faena.
Lo que es evidente es que el escalafón necesita una regeneración que ya se está produciendo con toreros como Roca Rey, Ginés Marín, Pablo Aguado, Juan Ortega, o los resurgidos Daniel Luque y Emilio De Justo, que son los dos toreros más destacados de esta extraña temporada. A estos hay que sumar a Ureña y Ferrera, que con bastantes años ya de alternativa se encuentran en plenitud.
En el lado opuesto, la pasada generación de figuras: solo Perera mantiene el ritmo y busca no dejarse ganar la pelea por esta nueva generación.
Castella ya se ha retirado y a Manzanares, lamentablemente, tampoco le queda mucho. José Mari ha tenido mucha suerte con las cornadas, pero las volteretas le están pasando factura. La espalda le ha hecho perderse muchísimos compromisos y va de operación en operación. Difícil que pueda alargar mucho más su carrera.
Por su parte, Talavante está en barbecho. Hace ya dos años que se marchó cansado del sistema. Pero su caso es distinto. Se retiró en un momento sensacional porque el público ha preferido ir a los toros el día que torea Roca Rey, por ejemplo. Ya no llenaba la plaza y en ese sentido creo que este parón le va a venir bien. No obstante, Alejandro Talavante siempre ha sido un torero más de aficionados que de público.
Vamos a ver si lo de Castella es una retirada de verdad o busca seguir el camino de Talavante y tantos otros toreros, porque a mí que no haya hecho gira de despedida y se marche de forma tan inesperada, unido a sus últimas palabras del comunicado, me deja muchas dudas: «No sé si será un adiós definitivo o un hasta luego. Sólo el tiempo tiene la respuesta. Dicen que los toreros nunca nos retiramos y yo creo que es así».
De la generación de Ponce, José Tomás, Morante y Juli el que sigue sigue siempre al pie del cañón es el primero. Treinta años lleva ya de alternativa Enrique y ahí sigue. A afición no le gana nadie, aunque su toreo ya esté en declive, pero Ponce en decadencia es mejor que una gran parte del escalafón. El entender a los toros y el temple no se pierden, aunque ahora se los pase lejísimos.
José Tomás está en activo, pero es prácticamente como si estuviese retirado, y Morante ha tenido más idas que venidas. El Cid también está retirado.
Al final resulta que el que decían ya hace diez años que se iba a retirar, va a ser el que va a retirar a todos.
Junto a Ponce, El Juli sigue en figura, pero ha decidido que el peso de la temporada lo lleven los nuevos como Roca. Por cierto, el peruano con el invierno de por medio va camino de los dos años sin torear. A este paso, le retira también Ponce. Desde luego que el compromiso con la tauromaquia del de Chiva está fuera de toda duda y debería ser un ejemplo a seguir por el resto de toreros.