Cerraba la feria de Leganés la corrida de Cuvillo con una terna más que interesante. Hay que dar las gracias a Alberto García por haber abierto la veda de los toros en la Comunidad de Madrid con buenos carteles para el aficionado y precios asequibles… no como en Vistalegre.
El de hoy era el cartel más rematado del fin de semana, con Ponce, Emilio de Justo y Juan Ortega. La pena es que solo pudimos ver un toro de Emilio y, por contra, nos tuvimos que tragar tres de un Ponce en horas muy bajas.
Emilio de Justo recibió con empaque a la verónica al segundo de la tarde, sacándoselo hasta la misma boca de riego, con enjundia y torería.
Empezó por bajo, aunque le obligó tanto que el toro perdió las manos (estaba muy justito de fuerza) y casi le cuesta un susto.
Con la derecha fue ligando los muletazos, aunque sacándose la embestida hacia fuera con el pico. Sin embargo, ese pico se olvidaba cuando pegaba sus excelsos pases de pecho con la izquierda a la hombrera contraria.
Lo mejor llegó con la mano izquierda. Los naturales brotaban con largura.
Fue cogido y, sin llevar cornada, sí que se dañó las cervicales, lo que le impidió salir a matar a su segundo (ya que ya estaba en el hospital), pero sí que pudo acabar esta faena con una excelente serie de derechazos desmayados. A lo Joselito. De nuevo un eterno pase de pecho. ¡Cómo se enrosco al toro!
Se tiró a matar o morir consciente del triunfo que tenía entre sus manos y se llevó otra paliza antes de recoger las dos orejas unánimes.
Como decía, no solo fue una pena perderse otro toro del de Torrejoncillo, sino tener que ver a Ponce en ese toro. Porque pena también es una palabra adecuada para definir lo que se siente al ver la actuación de un torero tan importante en la historia que anda sin sitio desde la cogida de Valencia en 2019 de un toro de García Jiménez. Penosa tarde: desentendido de las lidias (de las suyas y las ajenas, a pesar de ser el director) e incapaz de quedarse quieto en el sexto, el único toro de su lote con mínimas opciones. El basto primero ni pasaba (hasta se echó al comienzo de la faena) y el cuarto bis era un manso de libro que estaba rajado desde el principio y con el que Ponce abrevió. En este caso se lo agradezco, aunque hace unos años le podría haber hecho faena en tablas. No entiendo porqué ese afán que tenía de llevárselo a los medios.
Con el que puso el broche final a la feria estuvo muy despegado, con la pierna de salida retrasada y dando una imagen de torero retirado. En un pase de pecho de esos que no era capaz de quedarse en el sitio trató de alargar tanto el brazo que casi se cae. La imagen rozaba el surrealismo. Ay Ponce…
Juan Ortega llegaba a Leganés tras dejar dos de las mejores faenas del año pasado en Linares y Jaén (plaza que también lleva Tauroemoción). Hoy no alcanzó ese nivel ni mucho menos, pero sí pudimos paladear su exquisito toreo a la verónica lleno de cadencia. Templa y acompaña el lance de principio a fin.
Fue en el quinto toro, al que después se sacó con torería a los medios ya en el prólogo de la faena de muleta. Esta estuvo presidida siempre por la naturalidad y la pureza. La difícil facilidad. El arte llegó en un molinete invertido, cambios de mano y algún trincherazo. La espada se le fue muy abajo y todo quedó en un trofeo.
Previamente, había estado muy incómodo con el segundo. El toro no transmitía, pero Ortega tampoco le atacaba. Le esperaba a ver si embestía, pero no era el toro para hacer su toreo. No todos le sirven, pero cuando torea bien, vale la pena verlo.
Plaza de toros La Cubierta de Leganés (buena entrada con el aforo permitido): toros de Núñez del Cuvillo, desiguales de presentación y de pocas opciones, salvo el segundo. Se dejaron quinto y sexto. Muy faltos de fuerza en líneas generales.
– Ponce (de azul noche y oro): silencio, silencio y palmas de despedida en el que mató por De Justo.
– Emilio de Justo (de verde y oro): dos orejas (herido).
– Juan Ortega (de verde botella y azabache): silencio y oreja.
Se desmonteró Andrés Revuelta.