La bicentenaria Plaza de toros de Aranjuez lucía espléndida para el primero de los dos festejos programados por Carlos Zúñiga en torno a la festividad de San Fernando. Una plaza bella y con solera, pero que es una plaza de pueblo por el público y por el toro que sale. Hoy los garcigrandes fueron menos garcigrandes que nunca. “Garcichicos” más bien. Impresentable corrida de la divisa charra, anovillados y con un segundo feísimo. Tampoco es nuevo que Garcigrande no presente bien sus corridas, pero sí que es más extraño que su juego sea decepcionante. Ninguno estuvo sobrado de fuerzas y no tuvieron un ápice de casta. Lo que tuvieron fue la suerte de encontrarse con tres figuras del toreo que, por momentos, taparon sus defectos.
Lo más destacado de la tarde lo firmó, sin lugar a duda, Mari Manzanares. A ese segundo de la tarde lo saludó con despaciosas verónicas, aguantando hasta el final para el embroque. Realizó una faena con grandes remates en forma de pesos de pecho y un cambio de mano marca de la casa sensacional. Aunque al torito le costó arrancarse, lo mató recibiendo con una estocada entera algo trasera.
En la faena del quinto se levantó una división de opiniones entre los que creían que debía sonar la música del Concierto de Aranjuez y los que pensaban que no, o bien porque no les pega para los toros o porque no era el animal apropiado, y es que salía muy suelto. Era un manso deslucido. A pesar de todo, Manzanares le ligó muy bien las series sobre la mano derecha, con muletazos en redondo y un exquisito temple, que algunos se perdieron por estar más pendientes de la música. Si no hubiese música no habría este problema. Trató de matar también recibiendo, pero el toro, andarín, no se prestó a ello y tuvo que ir a por él para dejar otra estocada entera.
También sonaron los acordes de «La Misión» en la faena del cuarto, pero esta música no encaja nada con el toreo de toma y daca del Juli, que mandó cambiar a un pasodoble más clásico. Esta música es para toreros artistas, que detengan el tiempo. Paró la música y Julián dio una serie muy ligada que levantó al público. Sin embargo, la faena no acabó de tomar vuelo. Mató de un julipié muy bajo.
No había estado mal con el que abrió plaza, en una faena de gran conocimiento del toro y de esta ganadería en particular. Hizo lo que pudo y se llevó dos orejas de su lote (una y una), de menor peso que las dos de Manzanares. Realmente, las orejas son lo de menos, porque se dieron demasiado fácil. Solo se pueden llegar a justificar las del alicantino.
Paco Ureña pasó muy inadvertido con el tercero, un toro que apuntaba mejor condición en el capote, pero que se vino abajo y no dio opciones.
En el sexto y último se cruzó con mucha verdad, con las puntas de los pies mirando los pitones del toro (quizás el mejor presentado) y citando con la panza de la muleta. Todo quedó en la buena colocación, ya que de la faena no se puede rescatar más que algún natural suelto. A pesar de todo le dieron una cariñosa oreja. Desde el tendido le gritaron: «Paco, como te echo de menos con una de Victorino”. Pues eso.
Plaza de toros de Aranjuez (dos tercios de plaza): toros de Garcigrande mal presentados y descastados.
- El Juli (de verde oliva y oro): oreja y oreja.
- Manzanares (de grana y oro): oreja y oreja tras aviso.
- Paco Ureña (de rosa y oro): ovación tras leve petición y oreja.
El banderillero Manuel Rodríguez ‘Mambrú’ saludó una ovación tras parear al quinto. Curro Vivas y Álvaro López ‘Azuquita’ lo hicieron en el sexto.

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