GONZALO CABALLERO REAPARECE CON EL MISMO VALOR DE SIEMPRE

Dicen que el valor se va con las cornadas, pero no le sucede esto a Gonzalo Caballero. Pocas dudas tenía de que se iba a poner en el sitio en el que siempre se ha puesto: cruzado o entre los pitones, con mucha verdad. Sin embargo, sí que tenía mis dudas de cómo iba a matar tras sus dos cornadas en Las Ventas casi idénticas al realizar la suerte suprema: una en San Isidro de 2019 y la segunda, muy grave, el Día de la Hispanidad de ese mismo año, en la que hasta ahora es la última corrida celebrada en la Monumental. Precisamente, hoy reaparecía tras ese cornalón. Por ello, la plaza le sacó a saludar tras el paseíllo en una ovación unánime que el torero recogió desde el tercio y, posteriormente, quiso compartir con Enrique Ponce. No le rondaron la mente los fantasmas de la cornada y se tiró a matar al primero y al tercero de su lote en corto y por derecho, muy puro.

Al igual que no ha perdido nada de valor Caballero, tampoco ha perdido poder de convocatoria. La plaza presentó un buen aspecto con las restricciones actuales.

Saludó a su primero por verónicas en las que quedó claro que gozaba del favor del respetable. El toro hacía hilo y eso le ayudó a hilvanar las verónicas, una tras otra, aunque luego le costase sacarse al toro de la capa. Este burraco fue el mejor de la corrida de Juan Pedro, floja y sin casta. Al menos, ese segundo tuvo movilidad. Gonzalo quitó con una saltillera y gaoneras. A continuación, brindó a su madre antes de dejar buenas series con la derecha, encajado y desmayado. Totalmente abandonado. Acortó distancias quizás demasiado rápido, metiéndose un arrimón para acabar con circulares, algo que repetiría en sus tres faenas.

Se respiraba una calma tensa cuando tenía que entrar a matar, pero la estocada fue sensacional y el público pidió las dos orejas. El presidente, con acierto, solo concedió una. Estuvo impecable, ya que una era de ley y la pidió el público (recuerden que la primera oreja es del público y la segunda del presidente), pero con la segunda no hizo ningún regalo en toda la tarde. Bravo. Hizo lo correcto, aunque tuviese que tragar con la bronca del público y los gestos de un incrédulo Gonzalo Caballero.

Su segundo le dio menos opciones y arrancó otra oreja a base de querer y querer.

En el que cerró la tarde realizó una faena sólida con la izquierda. Toreó más al natural en este toro que en el resto del festejo. La estocada arriba, realizando la suerte muy despacio de nuevo, fue de nota. El toro cayó rodado. Una oreja por toro para Gonzalo Caballero, que dio una buena tarde el día de su reaparición.

Gracias a Dios hoy Gonzalo no tuvo que ir a la enfermería (hubo un feo derrote), pero hoy había un enfermero extra: Enrique Ponce. Al primero, muy juampedro, es decir, mal presentado y sin un mínimo de bravura, lo cuidó con mimo… no se fuese a caer. Eso sí, mérito del torero conseguir meterlo en la muleta y robarle algunos pases estimables en una faena de enfermero, como decía, muy típica de Ponce, ya que se anuncia mucho con Juan Pedro Domecq.

Pero hoy Ponce estaba con ganas. No dio esa imagen de torero retirado que vimos de él en Leganés (y otras plazas). Todo lo contrario: sin ser, ni mucho menos, el mejor Ponce, estuvo digno y mostró sus amplios conocimientos del toro en las distancias, las alturas… la forma de andar por la plaza en torero. La pena es que no había toros y en el tercero de la tarde tuvo que recurrir a las poncinas para caldear algo el ambiente. Fue este el único toro que se fue con las orejas puestas.

Al quinto le realizó otra faena made in Ponce, muy larga, pero de menos a más. Tan larga que escuchó un aviso antes de entrar a matar, bastante tiempo después de que dejase de sonar la música. Con la derecha empalmó los muletazos en alguna serie estimable que no acabó de calar en el tendido, de ahí que al salir de la cara del toro hiciese un gesto como preguntándose qué pasaba. Lo que pasaba es que el público, mayoritariamente, a quien había ido a ver era a Gonzalo Caballero y que con toros así es muy difícil transmitir.

En esta ocasión tiró de una chivana como recurso, un inspirado tres en uno, un puñado de doblones por bajo y aún le dio tiempo a torear de forma estética al natural antes de ir a por la espada.

La actitud de los dos toreros hoy no se puede reprochar. Lo peor fue le presentación y el juego de los toros.

Plaza de toros Félix Colomo de Navalcarnero (unas 3.000 personas): toros de Juan Pedro Domecq, presentados de forma acorde para un pueblo, pero por debajo de lo que suele ser Navalcarnero. Muy abrochados de pitones. Su juego fue manso y descastado, a excepción del bravo y repetidor segundo.

  • Enrique Ponce (de corinto y oro): oreja, ovación y oreja tras aviso.
  • Gonzalo Caballero (de gris plomo y oro): oreja con petición de la segunda, oreja y oreja.

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