Se ponía fin al Alfarero de Oro 2021 con una novillada desafío de encastes: seis ganaderías (cinco emblemáticas y una toledana, la de Mayalde, representando a la tierra) y cada una de un encaste distinto. Por lo tanto, la tarde era, cuanto menos, ilusionante. Y no defraudó: tan solo el de Miura fue sosito, pero se lidió en primer lugar y la gente estaba expectante.
Fue este novillo traído desde Zahariche un animal entipado, muy en lo que es Miura. Alto huesudo y con los pitones apuntando hacia delante. Lo recibió a portagayola Cabrera y tuvo que echarse la arena para que no le arrollase, pero el de la A con asas hizo hilo y le tiró varios derrotes en el suelo, haciéndole una brecha y un pequeño corte en el cuello. José Cabrera se repuso y lo dejó largo al caballo en dos varas. Hoy sí, se trató de cuidar el tercio de varas poniendo a los novillos en suerte desde muy lejos. Puso banderillas el propio novillero sin mucho acierto. Especialmente, le hizo daño al miura una que le puso en el cuello, detalle que no ayudó para nada a posteriori en la faena de muleta. Ahí el novillo pasaba sin ninguna clase y Cabrera lo intentaba sin suerte.
A continuación, salió el de Partido de Resina, como correspondía por orden de antigüedad (en las concurso no hay sorteo). También estaba en el tipo de la casa, mucho más bonito, por lo tanto. Tenía dos buenos pitones que imponían. Lo recibió Cristian Pérez en el tercio con una larga cambiada de rodillas y lo puso tres veces al caballo, donde se defendió. En la muleta fue un novillo muy aprovechable que permitió a Cristian ligar los muletazos, eso sí, a media altura, y es que la falta de humillación es un problema típico de los “pablorromeros”. Mal con la espada Pérez, tirándose sin hacer la cruz. Pegaba un salto para tirarse casi encima del morrillo. Se dice que la mano que mata es la izquierda…
En tercer turno iba el jabonero de Prieto de la Cal. Este “Farolero” tuvo mucho sentido y malas ideas. Una alimaña. La seriedad de su mirada y la que le daban esos rizos en la cara sobrecogía. Ya en el capote se le coló a Miguel Aguilar. Además, cierta parte del público (público de Las Ventas, del 7) se puso del lado del novillo cuando Aguilar no lo puso para otra vara. Miguel se justificó tratando de torear, cuando la res pedía un macheteo y a matar, pero también hay que saber machetear. Lo intentó al final de faena y le salió atropellado. El de Prieto se había pasado toda la faena mirando al mexicano, casi olvidándose de la muleta y yéndose a por él. Quizás si hubiese estado más tapado, algo más cruzado, no le habría visto tanto el novillo, pero no era fácil estar delante. Mérito de Miguel Aguilar. El de La Ruiza se distrajo en el momento de entrar a matar (hay que estar quietos en el tendido) y, por eso, el novillero solo pudo dejar media estocada arriba.

El cuarto era de Victorino Martín. Miura y Victorino para José Cabrera, casi nada. Este novillo era mucho más escurrido de carnes. Se salvaba por la cara, astifinísimo. Es cierto que lo de Albaserrada es mucho más ligero y este estaba muy en el tipo del encaste también, pero al tener mucha menos caja que los otros novillos desentonaba, por lo que fue ligeramente protestado de salida. Se puso corretón, moviéndose por toda la plaza sin fijeza, hasta que Cabrera le echó el capote y se lo quería comer. Se revolvía humillando una barbaridad. Tras el primer puyazo el novillo cambió y ahora le costaba hasta entrar en el embroque. No se empleaba en las telas. Era un animal de embestida muy cambiante, incierto. Cabrera empezó la faena por bajo con muchos tirones, que no hacían más que poner al novillo más violento. Este encaste especialmente responde conforme al trato recibido. Cuando Cabrera se echó la muleta a la izquierda y se puso a torear con suavidad, el de Victorino embestía al ralentí. A cámara lenta extrajo algunos naturales de nota, pero la obra fue intermitente. Hay que tener mucho valor para torear despacio y, quizás, eso es lo que faltó. Además, pasó un mal rato con la espada. Dolorido de la paliza del miura, la cuadrilla tenía que ayudarle a parar al novillo, que estaba andarín y por poco se le va vivo. No veía como meterle mano, hasta que lo consiguió yéndose a los bajos. División de opiniones en el arrastre para el Victorino, con más pitos. O al menos, son más sonoros. Algo que no entendí, porque fue un novillo que tuvo de todo y que era de apostar. A un toro así es el típico al que El Cid en su época buena le habría armado un lío al natural.
Quinto novillo y salía por chiqueros un Cuadri descomunal. Una bestia. Tenía muchísima caja, típico de la casa y una gran seriedad. Se le aplaudió de salida y en el caballo por cómo se arrancaba de lejos, no por su pelea (inexistente) en el peto. Los aficionados más exquisitos se empeñaron en verle en una tercera vara que sobró, pero Cristian Pérez quería agradar y hacía caso a todo lo que le decían desde el tendido. No debemos caer en tópicos toristas. Las varas no van en función del hierro, sino de la res. Sin embargo, parece que solo se valora la arrancada al caballo (que si es desde lejos es algo muy bonito) y nos olvidamos de la pelea, que es lo fundamental. Tampoco ayudó el picador, que estuvo fatal. Tras tanto puyazo mal dado, el de Cuadri no duró mucho en la muleta. Las miradas que echaba el de Comeuñas eran para eso, para comerse las uñas en el tendido. Firme Cristian Pérez, pero se pasó de faena y mató fatal con ese estilo suyo, pinchando en repetidas ocasiones y haciendo guardia después.
Cerraba la feria un novillo playero de Conde de Mayalde con hechuras de toro, “Escultor”, herrado con el número 19. Bien lanceado a la verónica por Miguel Aguilar sacándoselo a los medios. Fue de lejos al caballo y empujó de verdad, aunque con un solo pitón. En la segunda entrada volvió a meter los riñones, pero sin tanta franqueza. Quitó Aguilar por ceñidas gaoneras y llegó el momento que toda Villaseca esperaba: los pares de banderillas de José Otero al son de la música, sensacional el primero, en su línea. El segundo fue bueno, pero los ha puesto mejores esta feria. No importaba, Villaseca se puso en pie para volverle a ovacionar. Mientras tanto, la brega Alberto Román fue magnífica.
Empezó Miguel Aguilar de rodillas en el centro del ruedo para torear en redondo. Sensacionales los dos últimos derechazos desmayado, previos al pase de pecho. Dos series más de derechazos obligando al de Mayalde por abajo y este humillaba y mucho. Solo le faltaba algo de duración para aguantar las series hasta el final. Por el pitón izquierdo iba igual de bien, o mejor. Se deslizaba. Gran serie, tirando de él con los vuelos de la muleta. Volvió a la derecha con el mismo debe de que faltaron finales. Aún así gran novillo. Cerró el mexicano por manoletinas de rodillas, una de ellas mirando al tendido. Como le pasó en el primero de su lote, el animal hizo un extraño antes del embroque, en este caso agachando la cabeza, pero la más de media estocada que dejó sirvió para que el de Conde de Mayalde cayese, como cayó para su esportón la única oreja de la tarde. Vuelta al ruedo para el novillo.

Plaza de toros de Villaseca de La Sagra (lleno de “No hay billetes” en tarde calurosa): desafío de ganaderías y encastes. Se lidiaron por orden de antigüedad novillos de Miura (soso), Partido de Resina (encastado, pero toreable a media altura; aplaudido en el arrastre), Prieto de la Cal (imposible y que medía muchísimo y se iba al pecho; división de opiniones), Victorino Martín (cambiante, a veces tobillero y a veces iba largo y al ralentí, pero siempre humillador; división de opiniones), Cuadri (atento a todo y muy serio, acabó desfondado del caballo; palmas) y Conde de Mayalde (se reducía embistiendo por abajo con codicia; vuelta al ruedo).
- José Cabrera (de azul pavo y oro): silencio y silencio tras aviso.
- Cristián Pérez (de nazareno y oro): silencio tras aviso en ambos.
- Miguel Aguilar (de lila y oro): silencio y oreja.
Tras el paseíllo se ovacionó al alcalde Jesús Hijosa, a la terna y, también, se sacó a saludar a las cuadrillas que no secundaron la huelga.
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