Casi un siglo después volvía la Casta Navarra a los ruedos españoles para la lidia ordinaria de una corrida de toros que resultó muy entretenida, con toros mansos, otros más toreables, algunos muy difíciles y otros que parecían de todo menos toros de lidia. Con ellos triunfó sin ponerle un “pero” Imanol Sánchez. Si se le puede poner un “pero” y muy grande a la ganadería de Arriazu por los pitones de los toros. Habría sido un corridón para una plaza de esta categoría si no hubiese sido por esos pitones, cuanto menos sospechosos. Lo han tratado de justificar diciendo que es el desgaste natural al no tener fundas en el campo, algo que no acaba de resultar convincente.
Abrió plaza el toro quizás más sospechoso de pitones. Fue un colorado (como toda la corrida) con pocas fuerzas y muy manso, que se aculó en tablas. No obstante, Chacón le pudo sacar algún buen capotazo. Ahí ya se vio que esto, siendo algo arcaico, no iba a serlo tanto como lo de Reta en Ceret. También se vio en el caballo. Aunque tardearon todos, no hizo falta correr detrás de los toros. Octavio mandó al segundo picador retirarse de este peculiar ruedo (no tiene callejón, sino que está formado por burladeros) como hizo Ferrera en la encerrona.
El cuarto fue otro manso de libro, pero que sacó nobleza en la muleta de Chacón y hasta cierta clase. Empezó el de Prado del Rey al natural para después coger la mano derecha. Pidió que sonase la música (después de que en otros toros pidiesen que no sonase), pero quedó la sensación de que, incluso, hubo toro para algo más. Cortó dos orejas generosas y el toro fue ovacionado en el arrastre. Lo mejor de Octavio Chacón fue su gran labor como director de lidia, siempre atento a todo.
Imanol Sánchez demostró que conoce muy bien la ganadería, pues va mucho a tentar lo de Arriazu. Desde el primer momento se estiró a la verónica con el tercero, un toro potable. A base de querer y exponer el cortó una oreja tras una estocada tendida, en la que hizo muy bien la suerte.
Esa faena del tercero se basó en la mano derecha. La del sexto, en la izquierda. Tragó mucho con un toro playero nada fácil para robarle buenos naturales de uno en uno. Hubo un desarme en el momento álgido de la faena que fue una pena, pero la estocada tirándose con todo encima, sufriendo un varetazo, y su efecto fulminante le puso las dos orejas en la mano. Hay que darle oportunidades en el circuito de las duras a este torero, que ha demostrado valor, capacidad y poderío.
El peor lote se lo llevó un Pérez Mota que también anduvo muy medroso. En el segundo no era para menos. Ese toro tenía una mirada endiablada y, efectivamente, fue una alimaña con mucho genio.
El quinto era un toro con expresión de uro y comportamiento de caballo. Salió tirando bocados al aire (un comportamiento extrañísimo) y, al igual que el segundo, tenía una mirada viva y asesina. Vaya lote el de Pérez Mota. No sabía donde meterse. Y el toro, eso sí, no es que rematase contra los burladeros, es que se empotraba contra ellos, como toda la corrida, que bravura no tuvo, pero casta sí. Sin embargo, tras perder varias veces las manos fue devuelto para alivio del torero. ¿Qué habría hecho este toro en la muleta? El quinto bis fue un toro más estándar, aunque con poco recorrido. De todas formas, Pérez Mota ya estaba retirándose antes de terminar cada muletazo. Le faltó el valor que derrochó Imanol.
Plaza de toros de Torres de la Alameda (un tercio de plaza): toros de Arriazu desiguales de presentación (algunos de espectacular conformación morfológica) y sospechosos de pitones. Su juego también fue desigual, destacando tercero y, en especial, el cuarto en la muleta.
- Octavio Chacón (de purísima y oro): ovación y dos orejas.
- Pérez Mota (de azul marino y oro): silencio en ambos.
- Imanol Sánchez (de azul marino y oro): oreja y dos orejas.
Crítica taurina 