Poco contenido tuvo la corrida celebrada en El Álamo, de la que suponemos que darán como vencedor a Amor Rodríguez y se hará un hueco en las semifinales tras cortar una oreja autobusera y perder otra con la espada. Aunque si hablamos de espada, capítulo aparte merece la forma de entrar a matar de Javier Jiménez. Miguel Tendero hizo un esfuerzo emocional al torear después de que hace poco más de una semana falleciese su padre. Una pena que la gente no siguiese la ovación tras el paseíllo que se merecía. Como decía, lo mejor de la tarde fue la excelente presentación de los toros de ambas ganaderías.
En primer lugar salió un toro de Guerrero y Carpintero con trapío más que sobrado para esta plaza. Un torazo en toda regla y con los pitones astifinísimos. Nada que ver con los de la primera corrida de la Copa Chenel. Tendero, vestido precisamente de Chenel y oro (y con un crespón negro en señal de luto), realizó una faena correcta sin más que no caló en los tendidos.

Con su murube dejó algunos buenos detalles en los remates de las series, pero en el toreo fundamental estuvo algo despegado y no acabó de acoplarse al toro. Para colmo, un nefasto Julián Gómez Carpio marró en sucesivas ocasiones con la puntilla y levantó el toro, lo que podría haber provocado que el toro hubiese vuelto a corrales. Afortunadamente, el presidente tuvo más cordura que algunos aficionados que le recordaban la hora, pues el toro estaba prácticamente muerto ya y era absurdo tocar ese tercer aviso, además de duro e injusto con Miguel Tendero.

No obstante, sí que esperaba bastante más de este torero que, al igual que Javier Jiménez, me parece de los mejores de la Copa Chenel. Vamos con el de Espartinas. ¿Dónde ha quedado ese torero que gustó tanto en el 2016 y que descerrajó la Puerta Grande de Las Ventas con aquel “Lanafrío” de Bañuelos? En primer turno lidió un animal de Castillejo de Huebra que era una pintura. Chato, con la seriedad que confiere la vuelta de los pitones y con un pelo que parecía de terciopelo. Estaba muy en el tipo del encaste, además.

Sin embargo, al toro le costaba repetir. Uno se lo tragaba bien, pero no tenía motor para aguantar una faena ligada. Javier Jiménez pasó sin decir nada, hasta que entró a matar. Bien podríamos bautizar esta manera de hacer la suerte como “el Javipié”, en honor al famoso “Julipié”, aunque la ejecución es muy distinta, pero ambas son formas extrañas de matar. “El Javipié” consiste en entrar a matar con el pie y no con el brazo. ¿Cómo es esto? Pues pegando un pisotón en el suelo y dejando el brazo casi muerto, sin hacer la cruz y sin pasar, como en una especie de estocada al encuentro sin serlo.
Lo repitió en el quinto y a punto estuvo de costarle un disgusto, ya que al no pasar el de Guerrero y Carpintero, le tiró un feo derrote al pecho. Fue este castaño un animal alto de agujas y bizco, pero muy serio. La lidia fue pésima y la colocación de las banderillas, lo siguiente. Una en el morrillo, sumándole que la divisa estaba caída y que había otra banderilla muy trasera que hacía buena la del morrillo, provocó que el toro se doliese cada vez que tenía que girar entre muletazo y muletazo y sacase genio. Lo entendió Jiménez en línea para acabar sacándole alguna serie.

Amor Rodríguez firmó lo más destacable de la tarde en el sexto, un Castillejo enclasado y algo justito de fuerzas. Este era algo más anovillado en comparación con sus hermanos, pero también estaba correctamente presentado y en puntas, aunque se escobilló una en un burladero. Una serie al natural fue emocionante por su ligazón, pero la faena en vez de romper hacia delante bajó bastante de nivel hasta los remates finales por bajo, muy toreros. Pinchó y por eso no cortó la oreja, o quién sabe si las dos orejas, porque en el primero le regalaron una por los olés de sus familiares. Fue con el burraco de Guerrero y Carpintero, bien presentado, pero sin exageraciones. Se llevó el lote más amable en cuanto a presentación y, seguramente, también en cuanto a juego.
No obstante, en el cómputo general podemos dar como ganadora a Castillejo de Huebra, aunque no por mucha diferencia. Ambas ganaderías presentaron muy bien sus toros, pero les faltaron motor y casta.
Plaza de toros de El Álamo (muy mala entrada): toros de Guerrero y Carpintero y Castillejo de Huebra, muy bien presentados. Parados los domecqs, con algo más que torear los murubes, destacando cuarto (este con el segundo hierro de la casa) y sexto, pero sin mucha casta.
- Miguel Tendero (de Chenel y oro): silencio y ovación tras dos avisos.
- Javier Jiménez (de corinto y oro): silencio y ovación.
- Amor Rodríguez (de grana y oro): oreja y ovación tras aviso.
Deja una respuesta