Alejandro Talavante volvía a los ruedos españoles tras su repentina retirada en 2018 en Zaragoza. No obstante, ya había toreado previamente en Arlès (Francia) y Aguascalientes (México). Las Ventas, «su plaza», lo recibió con una cálida ovación tras el paseíllo. A continuación, se tributó otra ovación a Álvaro de la Calle, por dar lidia y muerte con tanta dignidad a cinco toros en el día de la encerrona de Emilio de Justo, pero se malintepretó, por lo que se tuvo que dar una tercera ovación que ya sí recogió el salmantino.

«Sembrador» fue el toro del regreso de Alejandro, con el que tan solo pudo mostrar destellos de su excelso toreo, pero la faena nunca rompió hacia delante. Lo mejor, como en todo el festejo, fue su forma de dar siempre el pecho, enfrontilado.
Algo más ayudó el tercero de la tarde, segundo del lote de Talavante. El extremeño inició su faena casi en los medios, citando de largo al jandilla al natural. Este, mansito encastado, le tiró algún derrote feo en cuanto le veía. Y es que el gran pecado de Talavante esta tarde fue que en algunos muletazos no se ciñió nada, por lo que el toro veía el gran hueco que había entre torero y muleta y se le colaba. En una ocasión le desarmó, y suerte que solo fue eso. Tardó en ver que el pitón del toro era el derecho, pero cuando lo advirtió, le recetó dos excelentes series, la primera de ellas rematada con un cambio de manos por delante cumbre. Cortó una justa oreja, aunque también escuchó alguna protesta.

El tercero de su lote fue un animal justísimo de fuerzas, que incluso parecía descoordinado. Alejandro, lejos de indicar que le bajasen la mano para que lo devolviesen y pudiese salir un toro que le diese más opciones de abrir la ansiada Puerta Grande, ordenó lo contrario. Andrés Revuelta lo mimó en su capote en una lidia de enfermero. Efectivamente, el toro no dio opciones al torero y el público mostró su descontento, ya cansado en este punto de la tarde.
Juan Ortega dejó dos o tres muletazos extraordinarios a su primero, pero no pasaron de esos. Estos los enganchó adelante con una suprema suavidad y los remató detrás de la cadera. Pureza máxima. Sin embargo, el resto de la faena se le vio incapaz de ligar los muletazos y sin ningún mando sobre el toro. Todos sabemos lo difícil que es que Juan Ortega cuaje a un toro, pero también que si lo cuaja la faena sería inigualable por cualquier otro torero del escalafón. No pasaba nada, quedaban dos más, pero no fue el día del sevillano (al igual que el miércoles tampoco lo fue de ninguno de sus paisanos).
Al cuarto lo picó muy bien Bernal, pero nada, que no hubo forma: los muletazos surgieron siempre enganchados.
Con el sexto, un toro muy justito de presentación para Madrid, Ortega dio una versión aún peor, incapaz en todo momento.

En resumen, la tarde la salvó la faena de Talavante al tercero, pero fue muy poco para lo que se esperaba de esta Corrida de la Cultura.
Plaza de toros de Las Ventas (lleno de «No hay billetes»): toros de Jandilla, bien presentados (bajó un punto el sexto) y de poco juego y fuerza en líneas generales. Se salvó el encastado tercero, con un buen pitón derecho.
– Alejandro Talavante (de azul marino y oro): silencio, oreja tras aviso y silencio.
– Juan Ortega (de tabaco y oro): silencio, silencio y pitos de despedida.

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