Tomás Rufo ha entrado de lleno en Madrid en el día de su confirmación de alternativa. Ya abrió la Puerta Grande de novillero y hoy lo ha vuelto a hacer, aunque de un modo más que cuestionable. Entre el beneplácito del público isidril de los viernes y el presidente de turno, le «regalaron» esa oreja del sexto que le descerrajaba la puerta de los sueños de la tauromaquia.
Mientras tanto, El Juli volvió a sentar cátedra en la capital, pero cómo no, volvió a pinchar con su julipié. No obstante, no alcanzó las cotas del día de La Quinta, ni mucho menos, pero no por él, si no por los toros.
Por otra parte, Talavante anda embarullado y ha tenido que tirar del tremendismo para llegar al tendido.

La tarde fue de Tomás Rufo. El torero de Pepino confirmó con un imponente colorado al que le pesó su caja. Parecía desfondado ya antes de que Rufo cogiese la muleta, pero Tomás logró hacer faena, en especial por el pitón derecho. Este torero ve toro por todos los lados. Su toreo hierático y su pasmosa serenidad embelesaron al respetable. El toro era pronto, pero Rufo no se dejaba sorprender. No se puede estar más despejado de mente. Tan solo se le notó su juventud cuando dio una serie de más en el momento en el que el toro ya pedía la muerte y la faena bajó de nivel. El toro se puso complicado para matarlo por este hecho, pero el diestro clavó el acero con suprema facilidad y la oreja fue de ley.

No lo fue la del sexto, al que se lidió mal, pero con el que la gente entró de lleno gracias a las banderillas de Fernando Sánchez. De otro mundo fue su segundo par (acierto que pusiese dos pares, por cierto). Cómo esperó al toro para clavar de poder a poder. La ovación fue unánime.
Rufo ligó las series corriendo la mano con solvencia y temple, aunque en esta ocasión le faltó entender que el pitón del toro era el derecho. Abusó de ponerse al natural, con toda su buena fé y a pesar del viento, pero el toro pedía dejársela puesta por el otro pitón, como lo hizo en la serie más rotunda. La estocada fue efectiva, pero algo caída y atravesada, por lo que no justificó la orejita que se le dio.

El Juli saludó una ovación tras el paseíllo por su histórica tarde del día once.
Se topó con un toro inválido en su primer turno, quedando por tanto inédito. Pinchó en reiteradas ocasiones.
Su segundo salió abanto, parecía más de Atanasio o Núñez que de Domecq, hasta que Juli se fue a por él, le bajó la mano y lo metió ya en el canasto. Qué lección.
Con la muleta le ligó los muletazos sobre la derecha, pero el culmen llegó en un natural en redondo al ralentí. Como los del otro día. La plaza de nuevo patas arriba. Qué pena que al toro cada vez le costaba más aguantar esos muletazos tan largos y se quedó en un solo muletazo sublime. ¡Pero, qué muletazo! Y no solo eso, se lo pasó bien cerca y se quedó clavado para cada pase de pecho y en un final importante. Pero otra vez estuvo mal con la espada, aunque aún así se le pidió una oreja que el presidente (aquí sí acertadamente) no concedió. Le obligaron a dar la vuelta al ruedo.

Talavante dijo que en esta nueva etapa buscaba hacer el toreo lo más natural posible. Y la sensación es que efectivamente quiere, pero no puede. Ha perdido el temple. Y es que estar tanto tiempo parado afecta a todos (menos a José Tomás). Véase cómo andaba Roca Rey el año pasado tras su lesión y la pandemia. Alejandro no cogió el pulso al tercero de la tarde, salvo en una serie de derechazos. Hubo enganchones y trallazos.
El quinto fue posiblemente el mejor toro del encierro de Domingo Hernández y Garcigrande, al que la terna hizo mejor de lo que era, salvo en esta ocasión. Talavante esta vez, al menos, se mostró con otra actitud, viendo como sus compañeros le habían mojado la oreja. Es un torero totalmente transparente y en este toro se entregó. En ese sentido no se le puede reprochar nada, mas de toreo caro hubo poco, que es lo que uno espera del extremeño. Tragó y mucho de rodillas porque el toro apeteba hacia los adentros. Tras un susto, volvió a ponerse de rodillas para ligar en redondo. Este sí torea de verdad de rodillas, no como otros. La serie de naturales rematada con el molinete invertido y el pecho hacían presagiar una faena grande, pero Talavante se perdió entre pases mirando al tendido (aunque en los naturales expuso mucho) y el arrimón final. Pinchó.
Como el viernes pasado, Talavante no ha estado mal, pero tampoco a su mejor nivel ni mucho menos. Le seguimos esperando.

Plaza de toros de Las Ventas (lleno de «No hay billetes»): toros de Garcigrande, bien presentados pero desiguales, con poco fondo. Destacó la prontitud del lote de Rufo y las posibilidades del quinto.
– El Juli (de turquesa y oro): silencio y vuelta al ruedo tras petición y dos avisos.
– Talavante (de nazareno y oro): silencio y ovación tras aviso.
– Tomás Rufo (de blanco y oro, confirmando la alternativa): oreja tras aviso y oreja con protestas.

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