Paco Ureña entró en San Isidro a última hora. Los puestos de relevancia de la feria ya estaban cubiertos y la solución que se les ocurrió para contar con el torero fue que se encerrase con seis toros. ¿Recuerdan quién fue el triunfador del último San Isidro? Ureña, por supuesto. Vaya recompensa. Es, sin duda, el torero al que más ha perjudicado la pandemia. Hay que tener más memoria…
Digamos que Paco y su entorno eligieron los seis toros casi por descarte, ya que las corridas ya estaban cerradas y algunas ganaderías no tenían más toros.
Con todo, confiaba en que sería una tarde de triunfo, pues en Ureña siempre hay que creer. Pero ya saben que el hombre propone y el toro lo descompone y hoy más que seis toros, hubo medio: el sobrero de Mayalde, que estaba claro que iba a salir habiendo un Juan Pedro anunciado.
El de Juan Pedro Domecq fue un toro alto, escurrido y sin remate. Una raspa impresentable para Madrid. Como perdió varias veces las manos fue devuelto con total justicia, aunque nunca debió pasar el reconocimiento.
En su lugar salió un castaño del Conde de Mayalde, ganadería que ha echado sobreros muy importantes en Las Ventas, como aquel «Buzonero» de la Puerta Grande de Roca Rey en su confirmación o el de Talavante en la Corrida de la Prensa del año siguiente.
Este estuvo muy justo de fuerzas. Los trincherazos de Ureña en el inicio no ayudaron, pero cayó una tormenta que hizo correr a unos y entrar de lleno en la faena a otros. Benefició en este caso si lo ponemos sobre la balanza, porque la gente entró en éxtasis y se volvió absolutamente loca. Por supuesto la gente que viene a los toros por postureo y no por afición. Uno tiró una almohadilla al ruedo y el resto le siguieron como ovejas. ¡Con el toro aún vivo y sin ser el último de la tarde! (Quizás ni lo sabían). Y se tiraron como celebración por la faena y no cómo protesta como suele ocurrir. Pero centrémonos en lo que pasó en el ruedo para llegar a ese punto. La tormenta no solo trajo lluvia torrencial, sino un viento huracanado. Pues Paco se echó la muleta a la izquierda. Chapó por su intención, pero evidentemente fue imposible torear al natural. Se la puso después en la derecha para ligar los pases espatarrado y con un temple exquisito. Hasta tres series cumbres en una conexión total con el tendido, al que miró en algunos de esos pases. Se tiró derecho a matar y cortó una oreja de ley.

Cuando ya todo parecía indicar que iba a salir a hombros, pues solo le faltaba una oreja y el burraco de Victoriano del Río era muy pronto, el toro se rajó y fue imposible.
Tomó tres varas a las que se arrancó de lejos, pero no peleó en el peto. La primera de ellas fue en el caballo de toriles. ¿Dónde estaba el tercero para cortar? Buen susto se llevó el picador, que cayó encima del victoriano.
En banderillas ya buscó las tablas y en la muleta confirmó su condición de manso de libro. Una pena.
Abrió plaza un toro de La Ventana del Puerto, es decir, de la línea Domecq. Vamos, que de esa variedad de encastes que hablaba Ureña, nada de nada, ni siquiera Atanasio. El trasteo no tomó vuelo en ningún momento.
La plaza se calentó tras un quite por chicuelinas al segundo, un toro bien presentado de Domingo Hernández. La primera chicuelina fue a pies juntos, el resto con el compás abierto y la última cargando la suerte, casi como si de una media se tratase.
Brindó a «su Madrid» y ahí se quedó en el centro del ruedo para empezar con un par de estatuarios que ligó a tres naturales con el compás muy abierto. De nota. El de pecho mirando al público. Siguió con la izquierda, pero el toro ya se vino a menos en la segunda tanta. Cogió la derecha para dejársela y ligar una serie en la que levantó el vuelo de la faena, pero el animal se desfondó totalmente.

El tercero fue un entipado y bonito Adolfo que no tenía nada de recorrido. Hizo pasar un mal rato a los banderilleros porque no se arrancaba. Ureña lo intentó, pero no puedo hacer nada con él.

El cuarto fue un toro bajo y acapachado de José Vázquez, protestado de salida. De juego fue bastante peor que de presentación. Todo dicho con esto: mansazo.
Y así, con la tarde convertida en petardo, llegó la tormenta y el sobrero de Conde de Mayalde del que ya hemos hablado.
La corrida fue decepcionante, pero no por el toreo Ureña, que solo estuvo mal en las lidias, dejando los toros mal colocados en el caballo. A toro pasado podemos añadir que su entorno tampoco acertó nada con los toros escogidos.
– Plaza de toros de Las Ventas (20.000 espectadores): toros de La Ventana del Puerto, de poco juego; Domingo Hernández, duró tanda y media; Adolfo Martín, sin recorrido y parado; José Vázquez, manso, sin fuerza, ni casta; Juan Pedro Domecq, con menos fuerza aún (devuelto); Conde de Mayalde (sobrero), sin fuerza, pero con humillación y nobleza y Victoriano del Río, rajado. Todos fueron protestados de salida por su presencia, excepto el de Adolfo y el de Domingo Hernández, además del sobrero de Mayalde.
– Paco Ureña (de coral y oro) en solitario: silencio, palmas, silencio, silencio, oreja y ovación de despedida.

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