LAS OREJAS NO REFLEJAN LO SUCEDIDO EN UNA CORRIDA

El número de orejas cortadas en una corrida no siempre refleja lo sucedido en el ruedo. En ocasiones porque ha sido una corrida dura, pero interesante, o simplemente porque los toreros no han entendido a los toros, pero el aficionado sale feliz. En otras ocasiones, en especial en pueblos y plazas de segunda y tercera, lo que sucede es que el público es triunfalista y el palco atiende a las peticiones exageradas de las orejas. En Aranjuez es lo que pasa siempre. La tarde tuvo dos partes bien diferenciadas: la primera fue un petardo. A partir del cuarto comenzó a romper hacia delante, aunque nunca se llegó a ver un toreo excelso ni mucho menos (salvo con el capote de Morante). La Quinta peca últimamente de excesiva nobleza (de ahí que ya la maten las figuras), lo que convierte que las embestidas de sus toros sean demasiado sosas. Se salvaron los últimos, en especial el cuarto, que tuvo algo más de casta y pegó una soberana paliza a Morante, y el sexto, con el que vio la faena más ligada de la tarde.

Morante llegó vestido de tabaco e hilo blanco, con las medias también blancas. Rara vez viene a la bicentenaria plaza de Aranjuez de oro. Su primero fue animal sin ninguna fuerza y Morante abrevió, lo que provocó una gran bronca del público. Sin embargo, salió con otra actitud totalmente distinta en el cuarto, al que toreó a la perfección con el capote. Primero a la verónica en el saludo, destacando una de frente cumbre.

Después galleo por chicuelinas para llevar el toro al caballo. Inteligentemente, lo puso más largo para una segunda vara (fue el único que cobró dos varas, aunque en realidad la segunda solo fue un picotazo) con una larga cordobesa. Él mismo lo sacó con celeridad del peto por delantales. Fue, sin duda, lo mejor de la tarde.

Empezó la faena de muleta con ayudados por alto marca de la casa. Después inició unos derechazos con un artístico molinete, también muy propio de su tauromaquia. Otro más daría al final de la faena, además de otro invertido. Estaba inspirado, aunque en el toreo fundamental no brilló tanto. El toro miraba a Morante, pero cogía las telas, hasta que en la suerte suprema decidió coger al de La Puebla. Afortunadamente, no le caló, pero le golpeó la cabeza, le pisoteó y de nuevo le levantó al aire. Tuvo suerte el sevillano. Ya no se confió en los nuevos intentos de entrar a matar, saliéndose de la suerte descaradamente hasta que el toro cayó ya con dos avisos.

Talavante pechó con un primer toro también demasiado justo de fuerzas, aunque sin llegar a la invalidez del primero. Lo entendió bien el extremeño dándole la media altura, pero así es difícil transmitir y la faena fue a menos. Ya lo decía el año pasado en mi crónica de Aranjuez, sin toros no hay nada (https://criticataurina.com/2021/05/30/sin-no-hay-toros-no-hay-nada/). Con la espada le costó un mundo pasar y pinchó en reiteradas ocasiones.

Al anovillado quinto lo toreó muy bien a la verónica. Ya en el segundo había destacado en un quite por gaoneras. A ver si se le pega algo del capote de su apoderado (Joselito). Con la muleta ligó por el pitón derecho y se reposó más al natural, donde logró los mejores y más templados muletazos. Las dos orejas tras una estocada muy caída fueron de risa.

Daniel Luque trató de mimar tanto al tercero y de no obligarle nada que se sacó todos los muletazos para fuera. No pegó ni uno en condiciones.

En el sexto ligó los muletazos tanto que llegó a empalmarlos, cayendo el tramposo toreo-noria. Lo mejor fueron sus remates por bajo, pases de pecho y, en especial, sus cambios de mano eternos. Esos sí fueron de categoría. Era de esperar que si a Talavante le habían dado dos orejas, a Luque se las iban a dar también con que enterrase la espada (como fuese) y el toro cayese. De hecho, más de un “aficionado” decía en el tendido, “venga mátalo, aunque sea de un bajonazo, pero que caiga”. En fin. En este caso sí que fue una buena estocada.

Plaza de toros de Aranjuez (más de tres cuartos de plaza): toros de La Quinta, en el tipo del encaste, pero algunos excesivamente anovillados. Desde luego que no se correspondían para nada con los pesos que se mostraban en la tablilla. Fueron tan nobles que no transmitieron nada, aunque algunos los aplaudieron incomprensiblemente. Peores los tres primeros, en especial el inválido primero; mejores los últimos, destacando la castita del cuarto y la repetición del sexto.

  • Morante de La Puebla (de tabaco e hilo blanco): bronca y ovación tras dos avisos.
  • Alejandro Talavante (de nazareno y oro): silencio tras aviso y dos orejas.
  • Daniel Luque (de frambuesa y oro): silencio y dos orejas.

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