Juan Ortega torea como los ángeles. No hay duda. Como tampoco hay duda de que es casi un milagro que cuaje una faena redonda. Hoy dejó dos o tres series cumbres en el quinto, pero a partir de ahí la faena bajó de intensidad de golpe. Ya había mostrado antes su gran toreo de capa en segundo, como lo mostró también Aguado en el tercero. Urdiales quedó inédito con el peor lote de una mala corrida de El Pilar.
Juan Ortega toreó de forma primorosa a la verónica al segundo. Encajado, con hondura y con temple. Con mucho temple.
También fue grande su inicio muleteril por abajo. ¡Qué torería!
Pero el toro del Pilar se diluyó y todo quedó en nada.

El quinto fue un toro impresentable para Madrid. ¿Cuándo ha lidiado dos corridas El Pilar en Madrid en la misma temporada? Si no tiene toros, que no venga.

Pero Juan Ortega tiene un don y con solo una serie fue capaz de dar la vuelta a la tortilla. Cambió las protestas del público, enfadado por la presentación del toro, por la ovación y su atención. El molinete tuvo arte; el toreo fundamental, suavidad y temple. ¡Cómo redució las embestidas del animal en la siguiente serie de derechazos! Al ralentí. La pena fue que el del Pilar, que embestía tan despacito por la falta de casta (y por ese temple de Ortega), empezó a quedarse más corto o a salir desentendido. La faena bajó mucho en intensidad e, incluso, Juan escuchó algún pito incomprensible. Sí que puedo entender las protestas en la vuelta al ruedo, pues para muchos fue excesiva.

Pablo Aguado sabía que llevaba un año malo y tenía que venir a Madrid a intentar cambiar su situación. Salió arrebatado. Aunque no fue capaz de darle réplica a Juan Ortega en el quite del segundo toro, sí se la dio en su toro al torear francamente bien a la verónica en el saludo capotero (aunque tampoco al nivel de Ortega en el segundo).
Empezó por bajo y cuando se puso vertical dejó un muletazo repleto de naturalidad. En el toreo en redondo no perdió esa naturalidad tan característica suya, mas también es muy típico en su tauromaquia el uso del pico y eso en Madrid es recriminado instantáneamente. Así sucedió y Pablo optó por un toreo cruzándose más para contentar al respetable, aunque menos ligado. De uno en uno y perdiendo pasos dejó grandes muletazos, pero sin acabar de conectar con el tendido por la falta de transmisión de su oponente.

El sexto fue un colorado prototípico de El Pilar que empujó bien en el caballo (el primer puyazo, sobre todo) y que se vino a menos. A la corrida le faltó mucho fondo. Aguado no pudo hacer nada y debió matar antes.

Y Diego Urdiales llegaba en una situación parecida a la de Pablo. Otro torero que lleva un mal año y Madrid podría salvarle la temporada de cara a la próxima.
Pero la actitud de Diego fue distinta y nunca cruzó la raya, si bien es cierto que tuvo el peor lote. No tuvo opción ninguna con ambos toros más allá de alguna serie de derechazos y un par de trincherazos y trincherillas. Con tan poco material no se puede hacer nada, por lo que, como decía en el caso de Pablo Aguado, no habría estado mal que abreviase.

Plaza de toros de Las Ventas (más de tres cuartos de plaza): toros de El Pilar descastados y a menos, con un quinto impresentable para Madrid.
– Diego Urdiales (de verde hoja y oro): silencio en su lote.
– Juan Ortega (de verde billar y oro): silencio tras aviso y vuelta al ruedo con protestas.
– Pablo Aguado (de azul soraya y oro): ovación y silencio tras aviso.

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