¡QUÉ TORERO SE PIERDE MADRID!

Mientras José Vázquez oposita a quitarle la plaza del borreguismo a Juan Pedro Domecq, otro Juan, Ortega, salvó la tarde con un toreo artista y personal. Natural y templado. Excelso. La pena es que faltó mucho toro, como suele pasar con esta ganadería.

Juan Ortega recibió al segundo de la tarde con la pierna flexionada a la verónica rematadas con hasta tres medias. Mejor aún fue el despacioso quite por delantales. La faena de muleta se basó en la pureza, siempre echando la pierna hacia delante y cargando la suerte. Sin embargo, la estocada se le fue abajo y perdió la oreja.

La gran obra llegó en el cuarto, un toro gacho y feo de José Vázquez. Tampoco ayudaba su juego. Arrancó Ortega con molinete lleno de gracia y, como por obra de magia, el toro rompió hacia delante y Juan le cuajó varias series de derechazos ligados y plenos de naturalidad. Los remates fueron cumbres: molinetes, pases de la firma, trincherazos y un cambio de mano excelente. Por el izquierdo el toro protestaba y el sevillano tuvo que volver a tomar la derecha para torear muy lento. Tan lento que el toro le pisó la muleta y se la dejó hecha añicos. Volvió a dejar la faena por todo lo alto con una serie de ayudados por alto rodilla en tierra, barriendo el lomo del toro. Pero Juan es un pinchaúvas y no pudo matar al toro a la primera. Aun así, le regalaron una oreja. No obstante, lo importante es la faena que dejó. ¿Cuántos de los toreros que ha contratado Plaza 1 para su San Isidro pueden torear así? Seguramente ninguno.

El que cerró plaza venía de una reata importante en la ganadería, mas tampoco dio gran juego. Juan Ortega redondeó su tarde al cortar otra orejita que le permitía salir a hombros. Todo lo que hizo desprendió torería. Era consciente que, tras quedarse fuera de San Isidro, hoy tenía que triunfar y se tiró encima para matar, dejando una estocada algo caída y atravesada que fue suficiente.

La tarde de Diego Urdiales fue bien distinta. De más a mucho menos. Y es que empezó francamente bien, parando el tiempo a la verónica. El toro embistió sin motor, como durante toda la lidia. Estaba vacío. La verdad es que Diego no tuvo toros, pero tampoco se lo vio nada bien. Anda igual que la temporada pasada. A este toro aún le robó alguna serie de derechazos largos y de muletazos por bajo, pero se fue desanimando poco a poco cuando vio no era su tarde.

El segundo de su lote estaba descoordinado y fue devuelto. Se corrió turno. Urdiales lo intentó y cuando parecía que podía tirar por la calle de en medio empezó a tocar la banda. Siempre a destiempo. ¡Qué bien se ven los toros sin música! Esto “obligó” al riojano a alargar innecesariamente su faena, por lo que escuchó algunas palmas de tango.

Tampoco pasó nada en el quinto, pero no se piensen que no por eso la banda de música no se iba a poner a tocar. En esta ocasión tanto el público como el propio torero la mandaron que cesase. Ahí lo hizo bien Diego.

Plaza de toros de La Candelaria de Valdemorillo (casi lleno). Toros de José Vázquez con más caja que trapío. Desrazados y apagados. Se dejó más el cuarto. El tercero se devolvió por estar descoordinado.

  • Diego Urdiales (de sangre de toro y azabache): silencio, palmas y silencio.
  • Juan Ortega (de verde botella y plata): ovación, oreja y oreja.

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