MORANTE HACE HISTORIA EN SEVILLA. CORTA UN RABO DESPUÉS DE 52 AÑOS.

Cincuenta y dos años han transcurrido desde que Ruiz Miguel cortase las dos orejas y el rabo a un toro de Miura en La Maestranza hasta que lo ha hecho hoy José Antonio Morante. Día histórico por lo tanto.


Morante ya se estiró a la verónica con el abreplaza, un animal de Domingo Hernández que rápido se apagó, en especial después de una fea voltereta. Poco pudo hacer el de La Puebla más que mostrar sus ganas de volver a descerrajar una Puerta del Príncipe que se le resistía desde sus comienzos. Hasta que le gritaron desde el tendido que lo matase ya. Lo que han cambiado las cosas.
Morante fue ovacionado.


En segundo lugar le tocaba el turno a Diego Urdiales en esta terna de artistas. Sin embargo, fue el menos destacado del festejo. Cierto es que el primero de su lote fue un manso de libro y no pudo hacer nada más que dejar una buena serie por el pitón derecho. Tuvo la difícil papeleta de tener que torear después de la faena del rabo de Morante. El quinto de Domingo Hernández se emplazó de salida. Sin embargo, se arrancó con bravura al caballo, empujando de verdad. Bien el picador aguantando y, ¡sorpresa!, clavando en el sitio.
El inicio de faena del riojano por bajo presagiaba que podía haber otra gran faena. La trincherilla fue un cartel de toros. Un aficionado gritó: «Tejera, ¿quieres ponerte a tocar?» Y la banda empezó a sonar y Diego se quedó en el sitio para ligar algunas series por el pitón derecho de cierta entidad, pero la faena fue a menos y sufrió algún inoportuno enganchón que causaron que la obra no fuese de oreja.


Juan Ortega bordó el toreo a la verónica en el segundo. Qué barbaridad, Juan. ¿Se puede torear más despacio? El quite por delantales fue sublime y Morante no quiso dejarse ganar la pelea. Quitó por chicuelinas a una velocidad mucho mayor que la que estaba imprimiendo Ortega, quien, además, volvió a irse hacia el toro para torear de nuevo a la verónica. Quizás esto picó a Morante y por eso salió espoleado en el siguiente toro. Juan Ortega brindó a Curro Romero, el cual se llevó una cálida ovación.

El torero de Triana toreó con mucha suavidad y temple al de Domingo Hernández, al que le faltó motor y acusó los tres quites. Aún así, Juan dejó trincherazos, cambios de manos, molinetes y demás detalles de torero de arte. Arte de verdad. Perdió una oreja al fallar dos veces con la espada.

El sexto era un toro fino de cabos y armónico, con muy buenas hechuras, pero se quedó muy corto en la muleta del sevillano, que no pudo hacer faena.


Morante recibió a «Ligerito» con dos faroles pegado a tablas antes de ponerse a torear a la verónica casi a la misma velocidad a la que lo había hecho Juan Ortega en el toro anterior. A cámara superlenta.
Igual de templado y llevando al toro muy toreado fue su quite por tafalleras. De nuevo hubo rivalidad en quites. Urdiales lo hizo a la verónica y Morante se echó el capote a la espalda (extraño en él) para realizar una fregolina y un puñado de gaoneras.
Ya con la muleta en mano empezó por ayudados por alto marca de la casa. Con la derecha toreó con mucho empaque y ligazón, aunque la faena tomó cotas más altas al natural. Largos y al ralentí. Tampoco faltaron sus clásicos adornos, como ese molinete invertido que hace con tanta gracia y un final por naturales a pies juntos totalmente enfrontilado. Morante enloqueció al público maestrante que, enfervorizado, le pidió el rabo que el presidente otorgó tras una estocada perfecta tras la que dio aún algún pase. Morante sonreía. Había hecho historia.

Fue un rabo algo exagerado, aunque hay que ponerlo en contexto. Morante de La Puebla venía realizando varias faenas cumbres en los últimos años en Sevilla, pero las había pinchado. De no ser así, quizás el rabo ya habría caído antes. La sensación era de que tenía que irse con la cola para casa algún día y ese día ha sido hoy. También contribuyó cómo había estado antes Juan Ortega, así como la oreja que no cortó y debió haber cortado el lunes. Por supuesto, también el ambiente festivo de la gente en plena Feria, aunque siempre respetuoso y entendido en Sevilla. Una ciudad que hoy vio como llevaban a un torero a hombros a gritos, precisamente, de «torero, torero» y palmas por bulerías hasta el Hotel Colón.



Plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla (casi lleno). Toros de Domingo Hernández, bien presentados y de juego dispar. Destacó el cuarto, «Ligerito», al que se dio la vuelta al ruedo a petición de Morante.

Morante de La Puebla (de azul turquesa y azabache, inspirado en Joselito El Gallo): ovación y dos orejas y rabo.
Diego Urdiales (de sangre de toro y oro): silencio tras aviso y ovación.
Juan Ortega (de rosa palo y oro, inspirado en Manolete): ovación y silencio.

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