No fue larga en duración la corrida de Alcurrucén (dos horas exactas), pero pesó bastante, porque hoy se esperaba mucho y se vio poco. Muy poco. Tan solo la casta de “Pocaprisas”, que salvó la honra de la ganadería en una corrida mansa. Fueron además descastados el resto de los toros y, al contrario de lo que suele ser este encaste (Núñez), fueron a menos en vez de a más (también ese tercer toro).
Tomás Rufo volvió a llevarse la bolita del sorteo, esa que rara vez le cae a Morante. Sin embargo, esto no siempre es bueno, porque si se te va un toro de triunfo en Madrid, como ha pasado hoy, no es que te quedes en lugar de partida, es que resta. Como alguna vez he explicado, hoy en día el famoso dicho de “Dios te libre de un toro bravo”, habría que cambiarlo por “Dios te libre de un toro encastado”, o si quieren de un toro “bravo y encastado”. La casta trae problemas. Si además va a acompañada de la bravura, como ese colorado de Alcurrucén, requiere mucho mando para poder gobernar. Rufo no le pudo en ningún momento. Es la primera vez que se ve que se le va de forma clara un toro. Se equivocó en el principio de faena, apostando mucho toreando en los medios cuando el toro requería un inicio por bajo para someterlo. Me acordé aquí de aquel excelso de Juli a “Licenciado”, de esta misma ganadería. Probablemente, entendiese Tomás que el toro era de esos de “pronto y en la mano”, ya que iba como un resorte (no hizo honor a su nombre: “Pocaprisas”), pero antes de torearle había que mandar sobre él. “Parar, mandar y templar”, pero el torero de Pepino no pudo hacer ninguna y, después, al toro le fue costando más en los últimos muletazos de las últimas series. Tampoco iba igual por el izquierdo (¿por un puyazo en el cuello caído a ese lado?). Aun así, el toro fue ovacionado en el arrastre y Tomás escuchó protestas.

El resto de la corrida valió poquito. Esto es algo habitual en Alcurrucén. Echan un toro de triunfo al que le cortan las orejas y el público sale contento, aunque los otros cinco no valgan. El caso es que siendo un toro encastado ese tercero, tampoco fue tan bueno como “Jabatillo”, ni “Malagueño”, ni tampoco ese “Licenciado” previamente citado, por poner algunos de los muchos ejemplos que se pueden poner de grandes toros de Alcurrucén.
Poquito pudo hacer Tomás Rufo con el sexto, al que viendo su condición debió matar antes, como hizo Morante con el primero. Un toro mansísimo, que no acudía al cite y al que Morante ordenó masacrar en varas, todo hay que decirlo. No obstante, ya se intuía que el toro no le iba a durar nada. En efecto, José Antonio salió con la espada de verdad a pasárselo varias veces y matarlo a la segunda, saliéndose de forma descarada de la suerte. Esto sí es censurable, no el que abrevie con un toro sin nada dentro, como también fueron los del otro día. Morante se ha llevado tres de los peores toros de la feria.
Se reencontró con Madrid en el cuarto. El toro había apretado en el saludo capotero, por lo que aún no habíamos visto ni una verónica del cigarrero. El Juli entró al quite por chicuelinas y el toro se fue al suelo en dos ocasiones, algo que no le debió hacer mucha gracia a Morante, que fue a quitar también, aunque con una cara y actitud de que lo hacía casi por obligación. No se le veía inspirado y las verónicas, aunque con mucho empaque, fueron enganchadas (la mejor, la media). A pesar de ello, alguno las coreó como si fuesen las de Sevilla. Ven lo quieren, porque hoy hubo poquito que ver. Como algún día Morante cuaje de verdad un toro en Madrid, se cae la plaza. Ya se vio bastante el año pasado en la Beneficencia y es que Madrid es muy “morantista”. Además, estos días de lleno va mucha gente por ver a “su torero” y quieren que triunfe a toda costa, aunque también luego se decepcionan cuando Morante machetea y mata al toro (y le pitan), cuando lleva toda la vida haciéndolo. A estas alturas no sorprende, aunque ahora le valgan muchos más toros que antes. El cuarto no le valió para hacer una buena faena, pero sí pudo dejar una gran serie con la derecha llena de hondura. Ahí el toro bajó la persiana y Morante esta vez se justificó.

El Juli entendió perfectamente al engatillado segundo. Un toro abrochado, muy recogido. De hechuras preciosas. Tuvo mucha clase, pero le faltó fuerza y motor para transmitir. Julián realizó una faena semejante a la del primer día de feria con el toro de La Quinta, es decir, una faena sin bajar mucho la mano y tirando del toro con suavidad hasta el final. Llevándolo largo y con temple. Meritoria faena del Juli en la que hubo algún roce con “el 7”, pero falló con la espada.

Algo parecido le pasó en el quinto. No se le veía faena, pero Julián López se la hizo. Otra lección de maestría (ya van tres en esta feria), pero con menor calado en el tendido esta, por lo que le costó llegar a ese punto hasta lograr hacer embestir al toro y por la decepción general que ya se palpaba. Horrorosos los reiterados pinchazos haciendo el “julipié”.

Plaza de toros de Las Ventas (lleno de “No hay billetes”): toros de Alcurrucén, desiguales de presentación y sospechosos de pitones. Destacó el encastado tercero, ovacionado en el arrastre. Le faltó fondo y bravura al resto de la corrida, sin opciones.
- Morante de La Puebla (de azul celeste y oro): pitos y ovación.
- El Juli (de verde botella y oro): ovación y ovación tras aviso con protestas.
- Tomás Rufo (de gris plomo y oro): pitos tras aviso y silencio.
