Dos orejas le cortó al sexto Andrés Roca Rey, dando una dimensión de torero poderoso, con ambas manos, sometiendo al toro de Parladé, que colaboró para ello, a pesar de que acabó algo rajado.
Fue un toro manso, como toda la corrida (a excepción del segundo), pero con el medio toro, Roca también triunfa. Sin que su concepto me apasione, hay que reconocer que ve toro por todos los lados y, además, hoy estuvo más torero que otros días, en los que realizó un toreo más efectista, populista o como lo quieran llamar.
En la tarde de este 22 de mayo ligó las series con la derecha, muy por abajo, aunque con el defecto de citar siempre algo perfilero.
A pesar de que la faena empezó con el del péndulo (con cambiados por la espalda despegados, por cierto), luego se puso a torear como nunca antes lo había hecho en esta plaza.
Tras una serie con la derecha, dió un cambio de mano convertido en natural en redondo realmente bueno.
Tras estas series por el derecho, dio otro cambiado por la espalda sin venir mucho a cuento, pero esta vez no se excedió en ese tipo de toreo.
Cogió la izquierda y entonces logró los muletazos más profundos.
El final por bernardinas citando de largo tuvo emoción, y las cerró con un natural con el compás totalmente abierto, roto, muy puro.
Hizo la suerte de matar muy despacio y las dos orejas fueron casi unánimes. A mí, quizá, se me hicieron un tanto excesivas porque considero que no paró el tiempo en ningún momento y ahí es donde surge la verdadera emoción. Pero gustos aparte, hay que reconocer que Roca Rey estuvo muy bien y, desde luego, que fue una faena mucho más rotunda que la de Perera, que también recibió las dos orejas.
Lo mejor de todo es que tiene la tarde con los «adolfos» en una semana y si torea al natural como hoy, por abajo, esos toros pueden embestir al ralentí y crujir definitivamente Madrid.
Esta faena al sexto la hizo tras salir de la enfermería tras sufrir una feísima voltereta al recibir al tercero por gaoneras. Le costó una cornada de seis centímetros.
En ese tercer toro, un sobrero del Conde de Mayalde, que saltó al ruedo tras devolverse el de Parladé por sus nulas fuerzas, anduvo con muchas precauciones tras la voltereta. Muy fuera de sitio y vaciando las embestidas hacia fuera en todo momento y, para más inri, le tocó las telas en la gran mayoría de los muletazos. La estocada fue un resumen de su faena, dejando un bajonazo. Qué dos versiones tan distintas de un mismo torero en la misma tarde.
La tarde la abrió El Cid, en la que probablemente sea la despedida de esta plaza que tantos toros le ha visto cuajar y casi tantos, pinchar. El aficionado tuvo memoria, a pesar de que Manuel Jesús ya lleva muchos años alejado de su mejor nivel, y le sacó a saludar tras el paseíllo y tras su último toro. Chapó para la afición que estuvo muy cariñosa con él, como no podía ser de otra forma.
Su primera faena tuvo momentos de abandono. Toreó relajado con la derecha y dejó algún remate bonito de las series, con trincherazos y trincherillas, pero la faena no fue rotunda. El burraco de Parladé, muy bien presentado, pareció acalambrado de salida de la pata trasera izquierda, pero aguantó la faena del Cid.
Menos opciones le dió su último toro en Madrid, un manso de libro.
El toro de la tarde se lo llevó López Simón. El toro repetía, incluso hacía hilo en ocasiones por su bravura, y Alberto ligó las series, pero hubo más toro que torero. Sin estar mal, la oreja fue de poco peso, aunque orejas peores se han dado últimamente. La faena se basó en el pitón derecho, al igual que la del quinto, un toro mansísimo que se rajó en cuanto López Simón brindó al Rey emérito allí presente. En tablas realizó una faena de arrimón, pesada e innecesaria.
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