LA SABIDURÍA DE PONCE, LA ELEGANCIA DE MANZANARES Y LA NATURALIDAD DE AGUADO

Se presentó un cartelazo en la madrileña plaza de San Sebastián de los Reyes para cerrar sus fiestas con toros de Luis Algarra para Enrique Ponce, Manzanares y Roca Rey, pero la lesión del peruano provocó la entrada de Pablo Aguado en el cartel, haciéndolo para mí gusto, aún más atractivo.

La tarde tuvo una primera parte muy buena. Aunque todo empezó con inválido de Algarra, que se lesionó tras el puyazo.
Salió un sobrero de la misma ganadería. O eso se intuye por sus hechuras, ya que es una vergüenza que no se muestre la tablilla, ya no solo para saber el peso de los toros, sino para conocer de qué ganadería son los sobreros.
Este toro estaba pasado de kilos y nunca descolgó, lo cual no es problema para Ponce, que ha hecho faenas importantes a muchísimos toros de estas características y hoy no iba a ser menos.
Inició su faena con ese pase en el que cruza las piernas, de cosecha propia y que ha empezado a realizar desde su reaparición.
A continuación, le recetó varias series de nota con la mano derecha y la suerte muy cargada. Acompañó en todo momento las embestidas del toro enroscándose los muletazos, hasta que cogió la mano izquierda y ahí los muletazos fueron mucho más lineales, bajando de intensidad la faena.
Un final por poderosos doblones calentó de nuevo al público, generoso con el de Chiva, ya que tras una estocada entera, le pidió las dos orejas, que el presidente concedió.

Estas dos orejas se antojaron premio muy excesivo, sobre todo comparándolas con las dos que también cortó en el siguiente acto Jose Mari Manzanares.
El alicantino salió con ganas, recibiendo con buenas verónicas al de Algarra, que a la postre sería el mejor toro del festejo.
El buel empujó con los riñones en el caballo durante mucho tiempo, sin cansarse.
Manzanares empezó su faena de muleta apoyado en las tablas. Muy torero. Poco a poco se fue saliendo al tercio, dejando algún trincherazo y un cambio de mano que eran carteles de toros.

La faena se basó en la mano derecha, con la que más seguro se siente el de Alicante.
Con su característico empaque ligó las series y las remató con notables pases de pecho, aunque la cima artística de su faena (y de la tarde) fue un cambio de mano excelso a modo de remate de la serie. Ahí se fue a por la espada, que en sus manos es un cañón, para dejar una estocada hasta la bola en la suerte de recibir. El toro salió muerto de la suerte y el público le pidió el rabo en medio del delirio.
Sin embargo, puesto que hay poca cultura taurina, cuando el presidente sacó el pañuelo azul que premia al toro con la vuelta al ruedo, la petición se frenó en seco, pensándose todo el mundo que se le había concedido el rabo. Hasta se lo llegaron a cortar, pero finalmente no se le entregó.
Justa decisión del presidente, ya que con la mano izquierda apenas toreó.

Si Manzanares había toreado bien a la verónica, Aguado trató de hacerlo con la misma clase pero aún más temple. ¡Cómo maneja el capote el sevillano!

Quitó por el mismo palo el propio Pablo Aguado, pero el anovillado toro clavó los pitones en la arena, desluciendo la media verónica.
Brindó al público el toro de su presentación en esta plaza.
La faena tuvo naturalidad y temple. Sin parar el tiempo como en sus tardes más grandes, caló en el público. Se notaba que más de uno había sacado la entrada para ir a verle.
Cargó la suerte en cada pase y toreó de una forma clásica por ambos pitones, aunque generalmente al hilo del pitón.

Fue la faena en la que más y mejor toreo al natural hubo.
También dejó destellos de arte en forma de molinetes o trincherillas.
Una vez más, con la espada no estuvo a la altura del resto de su obra. Dejó media estocada tendida que, sin embargo, tuvo un rápido efecto en el toro. Cortó dos orejas.

A partir de este momento, la tarde pegó un bajón muy importante. Lo que estaba siendo una gran tarde, pasó a ser una más en estos tres últimos capítulos.
Ponce toreó al cuarto de la tarde sin apreturas, dándole mucho pico.
Las poncinas finales se jalearon y se lo otorgó la última oreja de la tarde, de nuevo de forma generosa.

Lo de que «no hay quinto malo» no se cumplió. Poco más que mostrar sus exquisitas formas pudo hacer Manzanares con él. De nuevo la faena se basó casi exclusivamente en la mano derecha. Por momentos consiguió pasajes de lucimiento mediante la ligazón y la elegancia, pero esta vez pinchó a la primera. Al segundo intento no falló y el toro cayó rodado.

El peor toro del encierro fue el castaño que cerró plaza. Alto y feo en sus hechuras, no invitaba a confiar en él. El toro protestaba en cada pase, soltando tornillazos. Lo intentó Pablo Aguado pero no había nada que hacer.
Al final de la tarde, salieron los tres toreros a hombros.

Plaza de toros de San Sebastián de los Reyes (tres cuartos de entrada).
Toros de Luis Algarra Polea: bastos y con poco trapío. Desiguales en su comportamiento. Destacaron el tercero y, en especial, el segundo, premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre.
– Enrique Ponce (de tabaco y oro): dos orejas y oreja.
– Manzanares (de grana y oro): dos orejas con petición de rabo y o ovación tras petición de oreja.
– Pablo Aguado (de verde botella y oro): dos orejas y palmas de despedida.

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