En estos momentos en los que el mundo taurino permanece tan inmóvil como de costumbre, resulta difícil hablar sobre toros. Por eso, hoy planteo un debate tan antiguo como presente en la actualidad de algunas plazas. ¿Es necesaria la música en las corridas de toros? Mí respuesta es un «no», con «peros», que a continuación voy a explicar.
Lo primero que tengo que aclarar es que me refiero a la música que suena durante la lidia de un toro y no entre toro y toro o bien en el paseíllo, la cual es parte de la tauromaquia mediante los pasodobles, y un elemento artístico más de los tantos que tiene esta tradición.
Sin embargo, creo que el hecho de que haya música en los toros tiene que ver con el nombre con el que se suele llamar a la tauromaquia en nuestro país, «la fiesta nacional».
Habría que plantearse si esta denominación es correcta o no.
Por un lado porque aunque sea de origen nacional y todo un símbolo de nuestro país, no es algo exclusivo de España. Es más, hay ciertas de las que deberíamos aprender de Francia.
Y por otra parte porque para mí de fiesta tiene poco. Esto es muy serio. Aquí un ganadero está exponiendo sus productos que lleva criando cuatro o cinco años (muchos más si tenemos en cuenta todo el proceso de selección), el torero se juega la vida, y el empresario, el dinero.
Por lo tanto, de fiesta creo que hay poco, o al menos en las corridas de toros. Llamamos a todo festejos taurinos, englobando a las corridas, festivales, rejones, recortes… una amalgama de artes muy distintas entre sí y que enriquecen la tauromaquia… pero las corridas precisamente son las menos festivas.
Evidentemente en un pueblo, sí que es toda una fiesta, en muchos de los cuales se celebran festivales, nombre lógico. Sale un novillo afeitado para el entrenamiento del público que vive sus días de fiesta, pero no se realiza una temporada taurina.
Aquí radica la principal diferencia entre las plazas. Las de temporada, acostumbradas a ver toros todo el año son más exigentes, y sobre todo, Madrid está totalmente alejada de las fiestas patronales, ya que mientras San Isidro es un día (el 15 de mayo), la feria dura todo un mes.
No obstante, siempre se habla del rugir de Madrid, y eso es posible a que es la plaza en la que más gente entra y a que no hay música.
Si esta sonase, no existiría tal sensación de rugido, cuando se pasa del máximo silencio de expectación al «bien», el «olé» y el aplauso conjunto que tanto impresiona y hace que esta plaza sea tan distinta a las demás.
Aunque no existe ningún escrito que prohíba que suene la música durante las faenas en Las Ventas, está muy bien poder disfrutar de los toros sin distracciones externas, a diferencia de lo que pasa en otras plazas en las que la gente parece estar más preocupada de que suene la música que de lo que pase en el ruedo.
Es más, a una faena buena, sea en la plaza que sea, no le hace falta música. Creo que la música es un entrenamiento, por lo que quizás cuando debería sonar sería en las faenas aburridas para hacerlas más amenas, en vez de en las faenas grandes, a la inversa de lo que sucede.
Y por último, hay que hablar del «Crisol» de Ponce, en el que se funden las artes, entre ellas, la música en directo a modo de concierto.
Partiendo de la base de que en una corrida los protagonistas son dos, toro y torero, y quizás un tercero que es el público, no veo mal que se introduzca en corridas muy puntuales la música y el canto, respetando la ideosincrasia del toreo.
Evidentemente, se debe elegir con minucioso ciudado la fecha y la plaza en la que hacer estos festejos, y Málaga fue todo un acierto. Eso sí, repito que al toro no le deben robar el protagonismo. Si nos ponen en el cartel quien son los toreros y los cantantes, que nos digan también de que ganaderías son las reses a lidiar, que ante todo vamos a ver una corrida de TOROS.
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