Hoy, viernes 8 de octubre, se ha celebrado en Las Ventas la que tendría que haber sido la corrida inaugural de la Feria de Otoño, aplazada por la lluvia de aquel día, que dejó en mal estado el ruedo.
Algunos de los toros reseñados cumplieron la edad máxima para ser lidiados y tuvieron que ser sustituidos por otros. Quién sabe lo que habría pasado con aquellos toros. De estos seis, solo valió uno y medio. Fue el quinto un gran toro de Victoriano del Río con el que Manzanares no se acopló. Se le fue. Dicho sea de paso, que todos los toros se le vayan a los toreros dejando algunos pases tan bellos como ese cambio de mano que dejó José Mari. Pero las faenas se miden en función del toro que se tiene delante y este toro era para mucho más que para algunos destellos de arte.
El sardo de Guadalix de la Sierra empujó en el caballo, derribando en el primer encuentro. En ambos puyazos lo cogió en el sitio Paco María, por lo que fue fuertemente ovacionado, todo lo contrario que el torero, al que se le recriminó que no lo pusiese una tercera vara.
Tras un buen tercio de banderillas, Manzanares no brindó, a pesar de la condición del toro, quizás molesto por esas protestas previas.
Empezó por bajo y remató con ese excelente cambio de mano por delante antes comentado. Otro más dejó posteriormente, en el que aguantó con valor el parón del toro tras una serie por la derecha. Y es que el «pero» que se le puede poner a este toro es que se desfondó algo rápido por estar atacado de kilos. Cuando José Mari se echó la muleta a la izquierda el toro ya no era el mismo. Tardó demasiado. Aún así dejó un natural sensacional, pero la obra no fue rotunda en ningún momento. Sufrió una fea voltereta sin consecuencias. Además, se atascó con su fuerte: la espada. Este año no lo está viendo tan claro a la hora de matar.
En el segundo había tenido una difícil papeleta con un toro de Jandilla áspero, que tiraba derrotes y no tenía apenas recorrido, como ya se vio en el quite por gaoneras de Paco Ureña, que demostró que venía con las mismas ganas que siempre viene a Madrid.
Ureña se inventó una faena a un jandilla que tampoco era un toro de triunfo claro, lidiado en tercer lugar. Empezó ligando sobre la derecha, pero la izquierda es su mano y ese toreo al natural sabe que cala perfectamente en Madrid. Siempre bien colocado, dando el pecho y con las puntas de los pies mirando los pitones logró extraordinarios naturales de uno en uno, rematando detrás de la cadera. Tal era la exposición y la pureza de sus pases que en uno de ellos fue cogido. El toro ya le había avisado antes. Pasó a la enfermería después de su faena.
Ureña, que necesitaba reivindicarse, pues es uno de los toreros más perjudicados por la pandemia, volvió a sentir esa comunión con Madrid que solo el lorquino es capaz de lograr. Lamentablemente (también como casi siempre) falló con la espada, que le cayó abajo y muy perpendicular, y perdió una oreja de muchísimo peso.
El que cerró plaza no tuvo un pase y Ureña estuvo inteligente abreviando.
Eso mismo debió haber hecho Diego Urdiales con su primero. El toro era todo fachada. No tenía fuerza alguna y no se devolvió, seguramente, por ser el que abría plaza. Aún así le robó algún natural estimable, pero no había nada de emoción.
Tampoco tuvo opciones en el cuarto, ni el riojano tuvo su tarde, a pesar del gran momento que atraviesa.
Plaza de toros de Las Ventas (más de tres cuartos de plaza sobre el aforo permitido): toros de Jandilla, bien presentados (el primero sin fuerzas, el segundo áspero y el tercero tuvo suerte de caer en manos de Ureña) y Victoriano del Río, correctos de presentación (destacó el quinto, fuertemente ovacionado en el arrastre; sin opciones cuarto y sexto).
– Diego Urdiales (de turquesa y oro): silencio y silencio tras aviso.
– J.M. Manzanares (de azul marino y oro): ovación y palmas con protestas.
– Paco Ureña (de tabaco y oro): ovación tras aviso y silencio.
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