Comenzó la Feria de San Isidro con un cartel muy fuerte que colgó el «No hay billetes»… y ya saben el dicho: «tarde de expectación, tarde de decepción». Pues eso fue lo que pasó. Rafa Garrido quiso que el ciclo isidril tuviese un inicio explosivo (a diferencia de otros años) para que la gente saliese contenta de los toros y se animase a ir más días. Pues por el momento le ha salido el tiro por la culata, aunque mañana hay otra oportunidad de que esto se arregle con otro cartel de relumbrón (Morante, Emilio de Justo y Rufo con Garcigrande).

Había muchas ganas de volver a ver a El Juli con La Quinta tras aquel faenón para el recuerdo de hace un año. Y El Juli hizo lo más destacado de la tarde, pero no tuvo nada que ver con lo del San Isidro pasado.
El primero de su lote apuntó ya su sosería y falta de clase desde el saludo capotero, si bien luego fue el que más empujó en el caballo.
El de La Quinta parecía no tener nada, pero Julián le hace faena a toros que parecen no tenerla, como este. Cuando cogió la izquierda es cuando la faena rompió, llevando al toro muy metido en la muleta en largos naturales. Después, ya el toro parecía hasta otro también con la derecha. Con qué suavidad lo llevó el madrileño. De perfil. Sí. Y con el pico y sin cargar la suerte. También. Demasiados defectos que en Madrid algunos no perdonan (menos aún a El Juli), por lo que hubo división de opiniones, pero es que con este toro no se podía hacer más. En este caso, me quedo con su capacidad de sacar petróleo por encima de su colocación o de ese uso del pico. Lo que no se le puede pasar es el horrible «julipié».
Poco pudo hacer con el cuarto más que sujetarlo en los medios sin que se rajase, ya que desde el primer muletazo salió con la cara arriba y mirando a las tablas.
En resumen, tarde de figura del Juli, que hizo lo que pudo con tan poquito material.

No así Roca Rey, quien tuvo el mejor toro del encierro (o mejor dicho, el menos malo) y anduvo acelerado y sin sitio. No le pudo y se quedó siempre fueracacho. Ligó las series, pero retorcido y con la pierna retrasada. Muy mal.
No mejoró su imagen con el quinto, un toro anovillado, muy lavado de cara, que no debió ser aprobado en Madrid. Estamos en la primera plaza del mundo.
Mucho mejor presentado estuvo el lote de Álvaro Alarcón. El sexto era un «tío» con dos velas. Y pesaba solo 510 kilos, menos que el comentado de Roca Rey. Los kilos no es igual que el trapío y menos en Santa Coloma. José Chacón le puso un enorme par de banderillas.
Después de que Álvaro diese algún pase estimable, el toro dijo basta y ya no pudo meterle mano.
Lo mejor lo hizo con el toro de su alternativa, un precioso animal de La Quinta, muy entipado. Tuvo clase en su embestida, pero le faltaba fuerza y motor, por lo que no transmitió. Alarcón dejó un enorme derechazo desmayado y rematado detrás de la cadera. Sin embargo, este encaste requiere que no se le recorte el viaje, ya que de por sí el toro además no tenía mucho recorrido, por lo que en el siguiente le tocó las telas y después se le coló al quedársele debajo antes del de pecho. Por eso, tomó la izquierda y ahí logró unos naturales muy largos, muy templados y muy profundos que bien justifican su alternativa. Algunos fueron casi redondos. Después de esa excelsa serie, trató de dar otra con la izquierda pero resultó enganchada. La faena fue muy desigual, pero dejó buenas sensaciones y no se le notaron las secuelas que aún tiene de la cogida en su despedida de novillero en esta misma plaza.

Plaza de toros de Las Ventas (lleno de «No hay billetes»). Toros de La Quinta, bien presentados a excepción del quinto. Fueron nobles y sosos. Les faltó bravura, casta y motor.
– El Juli (de gris plomo y oro): ovación y silencio.
– Roca Rey (de rosa y plata): silencio en ambos.
– Álvaro Alarcón, que tomaba la alternativa (de blanco y oro): ovación y silencio tras aviso.
